Pésaj: La celebración de la Libertad

10 abril, 2017

Dra. Bejla Rubin

Odiaba a Hitler y su guerra. Le llenaba de Satisfacción que en este caso el bien y el mal estuvieran tan claramente definidos. (Elías Canetti)

En cuanto a la Gran Guerra y en medio de ella, tenemos la figura de Eugenio Pacelli, el que poco antes de la Segunda Guerra Mundial en 1939 sería nombrado por el Vaticano Papa, el famoso Pío Xll, apodado el “Papa de Hitler”, por su sumisión y complacencia cobarde para con el Führer de la Alemania nazi.

Nos interesa poder describirlo dado que como líder de su comunidad, con su posición frente a los judíos, sirvió de modelo discrimina­torio durante la peor época histórica en cuanto a la masacre del pueblo judío, nos referimos a los seis años que duró la Segunda Guerra mun­dial en la cual este hombre fue el Papa de los cristianos.

Thomas Merton, escritor católico y místico, además de poeta y activista social, en cuanto a Pío Xll habrá de referir: “se trata de un asunto demasiado triste y demasiado serio… un si­lencio profundo y totalmente cómplice de las fuerzas que traen consigo opresión, injusticia, agresión, explotación y guerra”.

Pero ahora nos vamos a contextuar en 1917, donde Pacelli ejerció como nuncio en la ciudad alemana de Munich y que ya entonces comen­zó a mostrar su no tan velado antisemitismo, cuando se dio a ver para nada amable con di­cha comunidad negándose a ayudar a los judíos de Munich en su pedido angustiante de palmas para Sucot. Impone la premisa de no “ayudar a la gente no cristiana en la práctica de su re­ligión”, concepto que se contradice con la ca­ridad cristiana y su dogma. Puntualmente nos vamos a referir al hecho del pedido que le rea­liza el Dr. Werner, rabino de esa ciudad que se acerca al nuncio para solicitarle un gran favor, y que sería de mucho consuelo a la comunidad judía en medio de tanto sufrimiento, no nos ol­videmos que estamos en el año 1917 en medio la primera guerra mundial.

El pedido consistía en que Pacelli solicitase a Italia tenga a bien enviar las palmas que los judíos alemanes habían comprado y que esta­ban embargadas, a fin de poder celebrar la fies­ta del Tabernáculo (Sucot) que comenzaba el 1 de octubre de ese año. Ante este pedido Pacelli acota irónicamente que “cómo ésta comunidad israelita pretende la intervención del Papa con la esperanza de que actúe por cuenta de miles de judíos alemanes. Confían en un feliz desen­lace de su petición”. Pedido que jamás llegó a Roma. No sólo no le interesaba ayudarlos sino que ese acto de maldad ya nos vaticinaba cuál habría de ser su posición en cuanto a los judíos durante su papado coincidente con el régimen barbárico de Hitler y su criminalidad.

Nos estamos acercando un año más a la ce­lebración de la fiesta de la libertad, nos referi­mos a Pésaj. Acontecimiento que reúne a judíos practicantes como no de los preceptos de dicha religión. La libertad nos compete a todos, or­todoxos, tradicionalistas, blanco, negros, judíos o cristianos. Y este pueblo, perseguido, mal­tratado, discriminado, con intentos una y otra vez de querer ser arrasado de la faz de la tierra, celebra una vez más su derecho a la vida, a la libertad, batalla por su aceptación en cuanto a las diferencias, por el derecho adquirido a te­ner nuevamente una patria, ganada con sudor, sangre y lágrimas. Esta tierra llamada Estado de Israel, que justamente Josué recupera luego de un largo exilio y de años de esclavitud en tierras del Faraón, le valió como premio al es­fuerzo, la tenacidad, al derecho ganado de ser un país libre, con una territorialidad histórica, venida desde los tiempos bíblico, la patria de David y Salomón, donde siempre han habitado judíos a pesar del exilio a Babilonia, entonces amerita y da fe de que Israel es del pueblo judío, de ahí que todo aquel que emigra hasta la fecha a Israel es reconocido como ciudadano de ese país por derecho de sangre y de tradición.

Hoy en día los nuevos antisemitas se toman del argumento de que Israel es un país genoci­da de los palestinos y no contabilizan cuando la sangre de un niño o un soldado judío es de­rramada, ya sea por defensa, ya sea por ataques vandálicos de mano de los terroristas árabes. La prensa mundial sólo anota y exacerba las fotos de los niños palestinos, como si la sangre ju­día no importase ser perdida. Pareciera que el mundo no está acostumbrado a ver a un pueblo potente, defensor de sus territorios y sus fron­teras como lo hace cualquier Nación, y que ya no cuadra en el modelo del judío “sumiso” y diaspórico camino al cadalso de Auschwitz.

En este nuevo 14 de Nisan, hemos de cele­brar con orgullo nuestra condición de seres li­bres, pensantes, haciendo una vez más nuestra transmisión y nuestro mensaje de Nunca Más esclavos de ninguna barbarie de la historia, lema a transmitir a las futuras generaciones que nos habrán de suceder por los siglos de los si­glos, con alegría, paz y libertad.

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