Parashá: "Rechazando el confort, manteniendo la esperanza" – Por Rab Jonathan Sacks

30 noviembre, 2018 , ,
Foto: Moshe Milner / GPO

La decepción se produjo.  Iosef fue vendido como esclavo. Sus hermanos embebieron su manto con sangre y se lo llevaron a su padre diciendo: “Mira lo que hemos encontrado. ¿Lo reconoces? Es el manto de tu hijo, o ¿no?” Yaakov lo reconoce y dice “Es el manto de mi hijo. Una bestia salvaje lo devoró. Iosef ha sido despedazado” Luego leemos:
Yaakov rasgó sus vestiduras, se puso un sayo e hizo el duelo por su hijo durante mucho tiempo. Sus hijos e hijas trataron de consolarlo, pero él se negó a ello. Dijo “seré enterrado en mi tumba  llorando por mi hijo.” (Gen. 37: 34-35)
Existen leyes en el judaísmo que ponen un límite al duelo – shiva, shloshim, un año. No hay tal cosa como un duelo en el cual el llanto es infinito. El Talmud dice que Dios reprende al que se lamenta más allá del tiempo establecido. “Tú no eres más compasivo que Yo.” (1) Aun así, Yaakov se niega a ser consolado.
Un Midrash da una explicación notable. “Uno puede consolarse por alguien que ha muerto, pero no por el que aún vive,” dice. En otras palabras, Yaakov se negaba a ser consolado porque no había perdido la esperanza de que Iosef estuviera aún vivo. Eso, trágicamente, es el destino de los que han perdido a miembros de su familia (por ejemplo, los padres de los soldados desaparecidos en la guerra), pero que, aún, no tienen prueba de que han muerto. No pueden seguir las etapas normales del duelo porque no pueden abandonar la posibilidad de que la persona desaparecida pueda ser rescatada. Su angustia continua es una forma de lealtad; darse por vencido, estar de luto, reconciliarse con la idea de la pérdida, es una forma de traición. En esos casos, el llanto no tiene un cierre. Negarse a ser consolados es negarse a abandonar la esperanza.
Pero, ¿sobre qué base mantuvo Yaakov la esperanza? Ciertamente reconoció el manto ensangrentado de Iosef – lo dijo explícitamente. “Una bestia salvaje lo devoró. Iosef fue despedazado”.  ¿No significan acaso estas palabras que Yaakov había aceptado que su hijo Iosef estaba muerto?
El fallecido David Daube tuvo una sugerencia que me pareció convincente. (2) Las palabras que pronunciaron los hijos de Yaakov – haker na, literalmente “por favor, identifica” tienen una connotación cuasi legal. Daube compara este pasaje con otro, con el que tiene una semejanza lingüística.
Si un hombre entrega un asno, un buey, una oveja u otro animal a un vecino para que lo cuide, y éste muere, o se lesiona, o es llevado mientras nadie está  mirando, el tema es resuelto entre ellos haciendo un juramento ante Dios de que el vecino no se apropió del bien de la otra persona…Si el animal fuera despedazado por una bestia salvaje, traerá los restos como prueba y no se le requerirá pago alguno por el animal atacado. (Ex. 22:10-13)
El tema en cuestión es el límite de la responsabilidad del cuidador (shomer). Si el animal se perdió por negligencia, el guardián está en falta y deberá afrontar la pérdida. En caso de que no hubiera negligencia, sino que fuera un caso de fuerza mayor, un accidente inevitable, impredecible, el guardián estará libre de culpa. Un caso de este tipo sería el de la pérdida causada por un animal salvaje. La enunciación de la ley – tarof itaref – “despedazado”, describe precisamente el juicio de Yaakov en el caso de Iosef: tarof toraf Iosef,  “Iosef fue despedazado.”
Sabemos que una ley de este tipo existía antes de la entrega de la Torá. Yaakov mismo le dice a Laban, quien había puesto su ganado y sus rebaños a su cargo: “No traje animales atacados por bestias salvajes; me hice cargo de la pérdida yo mismo.” (Gen. 11:39) Esto implica que los guardianes aún en esa época estaban exentos de la responsabilidad del daño causado por los animales salvajes. También sabemos que a un hermano mayor le cabe una responsabilidad similar por la suerte de un hermano menor puesto a su cargo, como en el caso, por ejemplo, de que estuvieran los dos solos juntos. Esa es la significación de la respuesta de Caín cuando, enfrentado a Dios por el destino de Abel dice “¿Acaso soy yo el guardián (shomer) de mi hermano?” (Gen. 4: 9)
Entendemos ahora una serie de matices referentes al encuentro de Yaakov con sus hijos al retornar sin Iosef. Normalmente serían considerados responsables por la desaparición de su hermano menor. Para evitar esto, como en el caso de una ley bíblica posterior, traen “los despojos como evidencia.” Si los despojos son una prueba del ataque de un animal salvaje, deben – ante la ley vigente en ese momento – ser considerados inocentes. Su pedido a Yaakov, haker na, debe ser tomado como un pedido legal, planteando “Examina la prueba.” Yaakov no tiene otra opción que hacerlo, y en virtud de lo que ha podido ver, absolverlos.
Un juez podría, sin embargo, estar obligado a absolver a una persona acusada de un crimen debido a que las pruebas son insuficientes para justificar una condena, pero aún teniendo internamente dudas latentes. Por lo tanto Yaakov se vio forzado a determinar la inocencia de sus hijos, sin necesariamente confiar en lo que le dijeron. De hecho, Yaakov no les creyó, y su negativa a ser consolado demuestra que no estaba convencido. Siguió con la esperanza de que Iosef aún estuviera vivo. Esa esperanza eventualmente estuvo justificada: Iosef estaba vivo, y padre e hijo a la larga se reunirían. La negativa de ser consolado se repitió más de una vez en la historia judía. El profeta Jeremías lo escuchó en una época posterior:
 
Esto es lo que dice el Señor:
“Una voz se escuchó en Ramah,
Duelo y gran llanto,
Rajel llorando por sus hijos
Negándose a ser consolada,
Porque sus hijos ya no están.”
Esto es lo que dice el Señor:
“Reprime tu voz del llanto,
y tus ojos de lágrimas,
Pues tu trabajo será recompensado,” dice el Señor.
“Ellos retornarán de la tierra del enemigo.
Así que hay esperanza para tu futuro.” declara el Señor.
Tus hijos retornarán a su propia tierra.”
(Jeremías 31: 15-17)
¿Por qué estaba seguro Jeremías de que retornarían los judíos? Porque se negaron a ser consolados – o sea, se negaron a perder la esperanza.
Así fue durante el exilio babilónico, como se declama en una de las expresiones más paradigmáticas la negativa a ser consolado:
Frente a los ríos de Babilonia nos sentamos y lloramos
Al recordar a Sión.
¿Cómo cantar las canciones del Señor en una tierra extraña?
Si te olvidara, Oh Jerusalem,
Que mi mano derecha olvide (su destreza),
Que mi lengua quede pegada a mi paladar
Si no te recordara,
Si no considerara a Jerusalem como mi mayor regocijo.
(Salmos 137: 1-6)
Se dice que Napoleón, al pasar por una sinagoga en Tishá be Av, oyó sonidos de lamentaciones. “¿Por qué motivo lloran los judíos?” le preguntó a uno de sus oficiales. “Por Jerusalem,” le contestó. “¿Cuánto hace que la perdieron?” “Más de 1700 años.” “Un pueblo que puede lamentar la caída de Jerusalem durante tanto tiempo, algún día le será restablecida,” dicen que contestó el Emperador. El judío es el pueblo que se negó a ser consolado porque nunca dejó de tener  esperanza.
Yaakov, finalmente vio de nuevo a Iosef. Los hijos de Rajel retornaron a la tierra. Jerusalem es nuevamente el hogar judío. Todas las evidencias sugerían otra cosa: podía parecer una pérdida irreversible, un decreto de la historia que no podía ser revertido, un destino que debe ser aceptado. Los judíos nunca aceptaron las evidencias porque tenían algo más que se les oponía – una fe, una confianza, una esperanza indestructible que resultó más fuerte que la irreversibilidad histórica. No es exagerado afirmar que la supervivencia judía está sustentada por esa esperanza. Y esa esperanza proviene de una simple – o quizás no tan simple – frase en la vida de Yaakov. Rechazó ser consolado. Y así – mientras vivimos en un mundo aún con cicatrices por la violencia, la pobreza y la injusticia – también debemos hacerlo nosotros.

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