Opinión: El principal juez religioso de la AP y asesor de Abbas insiste en confundir la religión con la política

Mahmoud Abbas Foto: Kremlin.ru CC BY 4.0 2

Juan Carlos López
El principal juez religioso de la Autoridad Palestina (AP), Mahmoud Al-Habbash, y principal asesor de asuntos religiosos de Mahmoud Abbas, insiste en que el conflicto con Israel es una guerra religiosa sin tregua del Islam contra Israel y los judíos.
Según sus palabras, registradas por monitores de la actividad mediática palestina Palestinian Media Watch, la ciudad de Jerusalén está “destinada” a ser el campo de batalla final entre el islam y sus enemigos y la mezquita de Al-Aqsa —construida sobre las ruinas del Segundo Templo judío— será el último baluarte de la lucha entre “el bien y el mal”.
El mensaje que difunde es que Israel es el representante máximo de los enemigos del islam. Al-Habbash atribuye a Israel y a los judíos un carácter genocida, agresivo y opresivo que los convierte, según sus palabras en los medios palestinos, en los mayores enemigos del islam, lo cual lo lleva a presagiar que “serán aniquilados en una batalla final que se librará en Jerusalén, y que ya ha comenzado”.
En su interpretación de las escrituras islámicas, Al-Habbash asegura que el Corán hace una promesa que culminará con la destrucción de los llamados Hijos de Israel. Al-Habbash mezcla a conveniencia el discurso religioso con términos políticos que refieren a un proyecto colonialista que Israel ejecuta a expensas de la cultura musulmana de la verdad y la bondad. A pesar de que se refiere a Jerusalén como una maravillosa ciudad de historia, religión y cultura, él mismo la identifica como la chispa que comenzará la batalla referida en el Corán como la “Promesa Final”.
Su discurso frecuentemente alude a Israel como un proyecto satánico que será detenido en esta batalla final por la bondad del islam. Su retórica, religiosa en apariencia pero en la realidad profundamente política, hace eco en gran parte de la población palestina, que considera seriamente los asuntos religiosos.
Obviando el hecho de que algunos de los lugares más sagrados y originarios del islam se encuentran a muchos kilómetros de Jerusalén, y de que esta ciudad y la región aledaña es el asiento fundacional del judaísmo, en su discurso intenta vehementemente convencer a los palestinos de que el Estado de Israel dañará tanto el Domo de la Roca como la mezquita de Al-Aqsa, para ocasionar severos daños al islam.
Otra relevante figura palestina, el mufti sheikh Muhammad Hussein, ejerciendo las labores propias de un muftí, como son la interpretación de la particular Ley Islámica o Sharía, convocó a los palestinos a converger masivamente en Jerusalén para detener la irreverente actuación de los “colonos” en la mezquita de Al-Aqsa, quienes “hacen lo que les place” en ese lugar. El mufti también ha indicado que los palestinos están “dispuestos a morir” para defender Jerusalén. Para ambos personajes, tanto las construcciones musulmanas en la explanada del templo como el Muro Occidental son propiedad exclusiva de los musulmanes, cosa que expresan con frecuencia en medios y audiencias palestinas y extranjeras.
Estos encendidos discursos, que no pueden ocultar sus cimientos de odio religioso y político, se contradicen, en ocasiones, en voz del mismo Al-Habbash, quien ha indicado ante audiencias de todo el mundo que el conflicto entre Israel y Palestina se trata de un tema político y no religioso. Igualmente contradictorias son sus declaraciones en las que alega que las autoridades palestinas no apoyan el odio ni la violencia, ni son enemigos de la paz. En su retórica aclara que no sienten odio por la religión judía ni por ninguna otra, por tratarse de un derecho individual pero al mismo tiempo añade que no aceptarán que una narrativa se imponga a la fuerza sobre la del islam.
Al-Habbash alega que la oposición a lo que llaman “la ocupación” no está fundamentada en motivos religiosos, de manera que si esta viniera de parte de los musulmanes la combatirían de igual manera.
Curiosamente, no se conocen actos de resistencia musulmana de ningún tipo durante la ocupación jordana de Jerusalén y muchos de los que hoy se hacen llamar palestinos aceptaban de buen grado su denominación como jordanos.

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