Netanyahu, en una disparatada guerra con el periodismo

13 diciembre, 2016
Foto: GPO

El primer ministro, Biniamín Netanyahu, parece cada vez más obsesionado con los medios de información y, según crecen los escándalos que se le atribuyen a él y su familia, aumenta la virulencia y señalamiento de medios y periodistas que le cuestionan.

En las últimas semanas, la página de Facebook del principal dirigente del país se llenó de embates contra reporteros y acusaciones a medios de «querer derribar su gobierno», con un lenguaje poco habitual en un cargo político que debe asumir que su tarea estará sometida a la lupa de los informadores.

«El Canal 2 volvió a mentir en su campaña contra el Likud (su partido)», acusó en un mensaje, un día después de apuntar contra el también privado Canal 10, al que tachó de «antidemocrático» y de «golpear con fuerza al primer ministro una vez por semana».

Según su percepción, los medios en Israel «atacan al primer ministro más que en cualquier país del mundo», por lo que él debe «denunciar la parcialidad de los medios (…), las mentiras que se propagan y todo tipo de distorsiones».

El domingo pasado el jefe del gobierno aseguró que el Canal 10 «difunde cada noche falsa propaganda» para acabar con su Ejecutivo, remarcaba que «no sorprende que su difusión sea tan pequeña» y criticaba que haya disfrutado de «cientos de millones de dólares a expensas de los ciudadanos de Israel», en referencia a sus dificultades de financiación.

Blanco de sus ataques han sido también los diarios Haaretz -progresista y muy crítico contra sus políticas con respecto a los palestinos- y Yedioth Aharonot -el primero de pago más leído en el país- además de algunos de los profesionales más reconocidos, como Ilana Dayan, Amnon Abramovitch, Raviv Drucker o Sima Kadmon.

Estos y otros medios y periodistas, considera, han abierto una «guerra total» contra él y tratan de «lavar el cerebro a diario» a la gente y «asesinar» a su personaje.

Han sido múltiples los ataques personalizados contra Drucker, periodista estrella del Canal 10, al que ha pedido públicamente que «se investigue».

Éste difundió recientemente que el abogado personal de Netanyahu es a su vez representante de la empresa alemana a la que Israel ha comprado tres submarinos, en un polémico pacto que la Fiscalía pidió investigar y, también quien informó sobre los caros regalos y estancias en hoteles de lujo con que el millonario australiano James Packer obsequió a su hijo, Yair Netanyahu.

La fiereza de los acometimientos empezó el pasado noviembre, cuando la destacada periodista de investigación Ilana Dayan emitió un duro reportaje sobre el entorno del jefe del gobierno y la influencia que en él tiene su esposa, Sara, en el que resaltaba su autoritarismo.

Al final del programa, Dayan leyó frente a la cámara durante seis largos minutos la carta íntegra de cuatro hojas de respuesta de Netanyahu, que no hacía frente a las acusaciones vertidas pero denigraba el trabajo de la reportera.

«Ha llegado el momento de desenmascarar a Dayan, que no tiene una gota de integridad profesional» o «su odio al primer ministro es conocido», eran algunas de las frases que le dedicó.

Semanas después, Netanyahu sugería conexiones entre el diario Haaretz y la Alemania nazi.

Los medios han acusado al apodado «Bibi» y su familia de una amplia variedad de escándalos, algunos de ellos triviales pero bochornosos, como cambiar un juego de muebles de jardín nuevo de la residencia oficial por otro igual pero usado de su chalet privado, gastar miles de dólares en su helado favorito (de pistacho) sin el concurso público exigido o quedarse con cientos de dólares por la devolución de botellas vacías de bebidas compradas con dinero público.

Otros son de mayor envergadura y han sido o son investigados, como el maltrato de Sara Netanyahu al personal de servicio, la recepción de regalos y cuantiosas donaciones o el uso de viajes oficiales para disfrute personal, todos los cuales estos han negado.

El mayor problema, resaltan los medios, no es sin embargo la agresividad de Netanyahu con los profesionales de la información, sino el hecho de que trate desde su autoridad de minar a los no afines.

El analista Nahum Barnea advertía recientemente en el diario Yediot Aharonot que «el principal ataque (contra los medios) se lleva a cabo fuera del discurso público. Netanyahu, en su capacidad de ministro de Comunicaciones, quiere silenciar a las nuevas empresas Canal 2 y Canal 10», algo que en su opinión hará aumentando las licencias de radiodifusión.

Una estrategia, aseguraba, «que ya utilizó Berlusconi» y que obliga a una férrea competencia que deja a los medios sin recursos para investigación ni para enfrentarse a denuncias de libelo o difamación. «Habrá mucha libertad de expresión y ningún trabajo periodístico», auguraba Barnea. EFE y Aurora

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