Joseph Hodara
Excesivamente apegado a las fluctuantes directrices del presidente Donald Trump, el ministro israelí Avigdor Liberman se inclina a apoyar el bloqueo a Qatar emprendido por países árabes presumiblemente “moderados” a causa de la supuesta hospitalidad que este diminuto país viene ofreciendo a diferentes líderes del Islam radical.
Como en otras cuestiones vinculadas con las cambiantes y radicales posturas del actual líder de la Casa Blanca, juzgo que no conviene a Israel apresurarse a una desequilibrada adhesión a sus actitudes.
En este caso particular deben considerarse las siguientes circunstancias:
- a) La población de Qatar apenas alcanza los dos millones y medio de habitantes, y está constituida esencialmente por migrantes de India y Nepal que llegaron atraídos por el mercado petrolero.
- b) El refugio concedido a líderes del Hamás y de los Hermanos Musulmanes comprende muy pocos elementos de estas organizaciones, y esta actitud registra importantes cambios en los tiempos recientes.
- c) La capital de Qatar – Doha – es la sede de la importante emisora Al Jazeera que procura ofrecer información equilibrada sobre los sucesos en el Medio Oriente, incluyendo Israel. No conviene gestar gratuitos antagonismos.
- d) Doha es además sede de excelentes obras de arte; las creaciones de Andy Warhol, Paul Gaugin, y Paul Cezanne y otros artistas se cuentan en sus museos que atraen el turismo internacional.
- e) Tiene Qatar el producto per cápita más alto del mundo: llega a 129.700 dólares; le sigue Luxemburgo con 20 mil dólares menos, cifras muy alejadas del caso israelí donde el PIB por habitante apenas llega a los 40 mil dólares.
- f) Finalmente, este país tomará notoriedad mundial cuando allí tenga lugar en 2022 la Copa Mundial del Futbol. No conviene a Israel contarse entre los países hostiles a Qatar cuando éste será celebrado por los medios mundiales de comunicación.
En suma: adherir sin lucidez a las directrices que hoy llegan de Washington no parece una actitud razonable.