Pablo Sklarevich
Daría la impresión que el establishment militar israelí no lamentaría demasiado que Irán se equivoque e intente vengar a los siete “asesores” iraníes -entre ellos un coronel de la Fuerza Aeroespacial de la Guardia Revolucionaria- que murieron en el ataque aéreo a la base T-4 en el centro de Siria, que Moscú y Teherán atribuyen a Israel.
Un acto de ese tipo le concedería a las fuerzas armadas israelíes luz verde para destrozar el establecimiento militar iraní en Siria, mientras se encuentra aún en sus etapas iniciales.
Tal vez sea por ello que la Fuerza Aérea no autorizó la partida de una flotilla de aviones de combate F-15 para las maniobras internacionales “Red Flag” en Alaska.
Hasta ahora, los militares iraníes estaban a más de 1.300 kilómetros, y atacaban a Israel a través de sus aliados. Ahora las tropas iraníes están consolidándose en sus fronteras. Se trata de un escenario que con justicia Israel ha avisado que no tolerará.
Tras siete años de guerra civil, el presidente sirio Bashar Assad, está subyugando a los rebeldes, con la ayuda de sus aliados rusos e iraníes. Lo último que quiere es una nueva guerra y menos con Israel.
El general Qassem Suleimani, jefe de la Fuerza Quds, la unidad de elite de la Guardia Revolucionaria Iraní, está conduciendo las operaciones iraníes y de sus aliados chiís en Siria. Depende directamente del líder supremo, ayatollah Alí Khameneí y no del Ejército de Irán. El padre de Bashar Assad, Hafez fue el único líder árabe que ayudó a Teherán durante la guerra entre Irán e Irak. La dirigencia de Teherán justifica la ayuda al régimen sirio como un asunto de reciprocidad, pero no tienen mandato para una guerra con Israel.
Algunos analistas estiman que el 30 por ciento de los iraníes está bajo la línea de pobreza, y el presidente iraní Hassan Rohaní, al igual que la mayoría de sus conciudadanos, está más preocupado por la economía y por el 12 de mayo, cuando EE.UU. decidirá si reanuda sus sanciones en relación al programa nuclear de Teherán.
Tal como vaticinó el ex jefe de la Inteligencia Militar, general Amos Yadlin, probablemente tendremos un mayo caliente.