Los otros y la otredad en Wislawa Szymborska

15 marzo, 2017

Letras y Letrillas De Aquí y de Allá
Joseph Hodara

¿Cómo se conjuga el yo en su relación inevitable con el otro? ¿Es el otro un personaje indispensable para que el yo se interprete a sí mismo? ¿Pueden ambos aproximarse y así dar lugar a una lúcida y mutua comprensión? ¿O la distancia entre ambos es irremediable? Preguntas que obsesionan a historiadores y a psicólogos cuando para entender hechos ya ocurridos o cuando algún ser solicita singular atención, éstos se consagran a un doble examen: de ellos mismos y del otro – persona o acontecimiento que tal vez son, en última instancia, indescifrables.
Reflexión motivada por esas Lecturas no obligatorias que Wislawa Szymborska publicó sin alejarse de su distinguida creación poética.
Su travesía personal y literaria se conoció con amplitud cuando, para sorpresa de algunos críticos, mereció el Premio Nobel en 1996. Distinción que acentuó el interés por el desenvolvimiento de la literatura polaca que, en su devenir, debió encarar dictaduras y guerras, opresión y amenazas.
21josephSi bien “la vida es una aventura con fecha de caducidad”, ella atinó a superar las dramáticas fluctuaciones de su país bajo el régimen estalinista y el dominio nazi.
Nació en Póznan, en el oeste polaco, en 1923, y al contar ocho años su familia se instaló en Cracovia. Ciudad que no abandonará hasta su muerte en 2012.
Juzgo que algunos rasgos de su temple y de su trayectoria se reflejan claramente en el poema La mujer de Lot.  Escribe allí: “Dicen que (ella) miró hacia atrás por curiosidad… Pero yo miré hacia atrás por soledad. Por vergüenza al estar huyendo. Por un deseo de gritar, de volver”. Un grito que no conoce frenos en su poemario pues “no hay nada sagrado para aquellos que piensan”.
En paralelo a su creación poética, Szymborska se consagró durante años a leer y comentar los textos de múltiples escritores que merecieron la traducción al polaco. Es la sustancia de las Lecturas ya mencionadas. En español fueron difundidas por la editorial Alfabia, y en hebreo por Jargol. Contienen más de cien comentarios a libros publicados en diversos idiomas, desde la autobiografía de Marcelo Mastroniani y la evolución del cine italiano hasta los encantos de la cocina mexicana según Susana Osorio Mrozek.
En el prólogo a estas breves piezas de crítica literaria, Wislawa dice: “soy una aprendiz como lectora y quiero permanecer así, alejada de la obligación de evaluar los libros que leo…A veces ellos constituyen una rica experiencia y, a veces, una excusa para hilvanar libremente mis asociaciones… Sintetiza: “leer libros es el juego más bello que la humanidad ha inventado”.
Así, por ejemplo, la lectura de los tres volúmenes que reúnen la obra de Montaigne le conduce a meditar sobre la fragilidad de la vida en los tiempos pre-modernos cuando la invalidez y la muerte prematura constituían episodios frecuentes. Este filósofo-político acertó a superar múltiples riesgos y sus obras “constituyen el monumento intelectual más importante del siglo XVI”. También le emociona la autobiografía de Salvador Dalí -el genial narcisista- y el “único que logró vivir de manera surrealista. Hasta su vejez trepó como un carnavalesco balón por encima de la tierra aburrida y preocupada…” Szymborska prefiere al belga Magritte pero reconoce las buenas prendas de Dalí como pintor y teatral personaje.
La adicción al tabaco le lleva a interesarse en el libro de Richard Klein que le sorprende pues describe “un país (EE.UU.) que convirtió en delincuentes a los fumadores, ciudadanos de segunda clase que apenas encuentran algún lugar para permitirse su gusto, incluyendo el hogar donde el cigarrillo puede ser causa de divorcio”.  Confiesa: “Yo fumo, y fumo desde hace mucho tiempo… Bien sé que daña a la salud… Pero la naturaleza tiene múltiples recursos para excluirnos del mundo”. Por su gusto al tabaco, no es accidente que la tapa de la edición en hebreo presente un retrato de Szymborska bien complacida por un cigarrillo en sus dedos.
El buen humor se manifestó en la apertura de su discurso al recibir el Premio Nobel: “Se dice que en un discurso lo más difícil es siempre la primera frase… Pues ya la dije”. Y de aquí continuó su disertación.
Para concluir, adhiero resueltamente a sus palabras: “el mueble más importante de un escritor… es el cubo para la basura”.

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