Los gestos de buena voluntad de Israel envían mensajes incorrectos

Los palestinos los toman como signos de debilidad

Bassam Tawil

Occidente sufre bajo una concepción errónea sobre el conflicto israelí-palestino: que los “gestos de buena voluntad” y las concesiones territoriales por parte de Israel impulsan las perspectivas de paz en Oriente Medio. Los hechos, sin embargo, sugieren que precisamente lo contrario es cierto.
La cadena de televisión Canal 10 de Israel informó que la administración de Estados Unidos estaba presionando a Israel para que transfiriera partes del área C de Cisjordania bajo control civil israelí al control de la Autoridad Palestina (AP) de Mahmoud Abbás.
Según el informe, Estados Unidos cree que la transferencia del territorio a la AP sería un “paso de buena voluntad” hacia los palestinos, allanando el camino para el restablecimiento del estancado proceso de paz con Israel.
Esta suposición, por supuesto, ya ha resultado equivocada. Las experiencias de las últimas décadas han demostrado claramente que las concesiones israelíes siempre han enviado un mensaje equivocado a los palestinos.
De hecho, los palestinos leían los pasos de buena voluntad israelíes como signos de debilidad y retroceso. Esta mala interpretación por parte de los palestinos conduce entonces a más violencia contra Israel. Sería difícil no hacerlo para cualquiera que llegara a la conclusión de que si la presión funciona, se debe seguir presionando.
Los últimos 24 años están llenos de ejemplos de cómo los palestinos reaccionan ante las concesiones israelíes.
Los Acuerdos de Oslo firmados entre Israel y la OLP en 1993 fueron vistos por los palestinos como un primer paso de Israel hacia la capitulación total.
Los acuerdos llegaron después de cinco años de la primera Intifada palestina. Al permitir que la OLP asumiera el control de grandes partes de Cisjordania y la Franja de Gaza, Israel envió un mensaje de que estaba capitulando ante la violencia y el terrorismo de la primera Intifada.
Apenas se respiraba después de Oslo, se pidió de nuevo a Israel que se reconciliara con los palestinos: esta vez, cientos de prisioneros, muchos con sangre judía (y árabe) en sus manos, fueron liberados de la prisión israelí para crear un ambiente “propicio” para un proceso de paz.
En lugar de ver la liberación de los presos por lo que era, es decir, un gesto generoso, muchos palestinos lo consideraron una “victoria” para el terrorismo y la violencia. Peor aún, no pasó mucho tiempo antes de que muchos de los prisioneros liberados fueran nuevamente detenidos por su papel en el terrorismo contra Israel.
La liberación de prisioneros también envió un mensaje de reincidencia a los palestinos: ¡el terror sí recompensa! Una corta estancia en una prisión israelí seguramente llevará a la liberación gracias a alguna “medida de confianza” israelí.
Según estadísticas, al menos la mitad de los prisioneros palestinos liberados han vuelto al terrorismo.
A pesar de las sombrías estadísticas, la comunidad internacional exige regularmente que Israel libere a más terroristas condenados como un “gesto” hacia Mahmoud Abbás y otros palestinos.
Desde 1993, Israel ha cumplido una y otra vez con tal presión internacional, sólo para reforzar el mensaje a los palestinos: el terrorismo realmente vale la pena.
Consideremos, por un momento, Gaza. En 2005, Israel se retiró unilateralmente de la Franja de Gaza, tras destruir 21 asentamientos judíos y expulsar a más de 8.000 judíos de sus hogares allí.
A los ojos de los palestinos, sin embargo, la “desconexión” israelí de la Franja de Gaza fue cualquier cosa menos una rama de la paz. La retirada se produjo después de cinco años de la sangrienta Segunda Intifada, cuando los palestinos emprendieron una campaña masiva de atentados suicidas y ataques con cohetes contra israelíes.
Así, para los palestinos, Israel se retiró nuevamente tras un incesante derramamiento de sangre. Eso es lo que se dice hoy en la calle palestina: hoy Israel huye de Cisjordania o de la Franja de Gaza, mañana Israel huirá de Ashkelón, luego de Ashdod y Tel Aviv y de allí al mar, y hemos logrado nuestro objetivo de destruir a Israel. Por lo tanto, tenemos que seguir atacando a Israel.
Por otra parte, también fue precisamente la retirada israelí de Gaza que lanzó al Hamás a su actual pináculo de popularidad entre los palestinos. Hamás tomó el crédito por expulsar a los judíos de la Franja de Gaza a través del terrorismo. Pocos meses después, Hamás incluso ganó las elecciones parlamentarias palestinas porque los palestinos dieron crédito total a Hamás por expulsar a Israel de la Franja de Gaza. La retirada israelí dijo a los palestinos en términos inequívocos: ¿Por qué molestarse en negociar cuando el terror logrará el objetivo? Cinco años antes, la retirada israelí del sur del Líbano también tuvo el mismo efecto: envalentonó al grupo terrorista de Hezbollah respaldado por Irán.
Abbás y sus altos funcionarios siempre han respondido a los gestos israelíes con cinismo. Nunca le han dado crédito a Israel por sus pasos de buena voluntad. Por el contrario, se burlan de estos gestos, y los describen como “cambios cosméticos encaminados a embellecer la cara fea de Israel” o como trucos de relaciones públicas.
La próxima vez que los estadounidenses y los europeos piensen en pedir a Israel que ceda aún más a los palestinos, deberían considerer lo que Israel podría recibir a cambio, además de derramar más sangre judía.

Fuente: Gatestone Institute