Los frutos de mentir al público

20 octubre, 2016
4evelyn
Escultura de Pinocho. Foto: Wikipedia

Evelyn Gordon
Ya en julio, tratando de entender la evolución de los hechos que implican el voto por el Brexit y el ascenso de Donald Trump, el columnista Roger Cohen del New York Times sostuvo que vivimos en una época en que «la gente» es indiferente a la verdad, cuando los hechos son «pequeñas molestias fácilmente puestas patas arriba».
Eso, sin embargo, es una excusa. El verdadero problema es que la gente ya no confía en que los medios de comunicación y otras instituciones les digan la verdad, y por lo tanto sienten que los «hechos» que proporcionan estas instituciones son cosas poco fiables en las que basar las decisiones. Y la desconfianza es merecida, como dos ejemplos recientes lo muestran.
El primero es el obituario de Shimon Peres, que fue publicado en la edición impresa de New York Times. Se describió el colapso del proceso de paz de Oslo de la siguiente manera:
«Peres, Rabin y Arafat fueron galardonados con el Premio Nobel de la Paz en 1994.
Pero la era de los buenos sentimientos no duró. Se rompió en el 2000 después de una visita del líder de la oposición Ariel Sharón a la plaza sagrada de Jerusalén conocida por los judíos como el Monte del Templo y por los musulmanes como el Noble Santuario. Al día siguiente, la policía israelí disparó contra los manifestantes que arrojaban piedras, inaugurando una nueva ronda de violencia que se conoció como la segunda intifada»
No hace falta decir, que la imagen de los eventos es totalmente falsa. La «era de buenos sentimientos» no navegaba serenamente hasta que Sharón la ha «destrozado» por visitar el Monte del Templo. En realidad, fue destrozada casi inmediatamente después de cuando los Acuerdos de Oslo fueron firmados, por una ola de terrorismo palestino que se cobró más víctimas israelíes en dos años y medio que todos los ataques terroristas de la década anterior.
Sin embargo, dos cosas hacen que esta presentación deformada de la realidad sea particularmente notable. En primer lugar, en un obituario de Shimon Peres, se podría pensar que sería difícil hacer caso omiso de los hechos que han jugado un papel fundamental en su carrera política. Los múltiples atentados suicidas de principios de 1996, que son omitidos por las necrológicas, fueron la causa directa de su estrecha derrota ante Biniamín Netanyahu en las elecciones de 1996, una pérdida que terminó de forma permanente sus ambiciones a primer ministro.
En segundo lugar, esto no fue un error inocente generado por la ignorancia. La versión en línea del aviso fúnebre sí incluye un párrafo sobre los atentados y la elección, justo después del párrafo sobre el Premio Nobel. También menciona correctamente que la violencia fue «acelerada», después de la visita de Sharón al Monte, en lugar de representar esta visita como rompiendo una calma inexistente.
En otras palabras, algún editor en las oficinas europeas del Times distorsionó deliberadamente hechos transcriptos por el escritor del obituario para presentar una imagen falsa de cómo se derrumbaron los Acuerdos de Oslo. Él o ella censuró cualquier mención de los atentados de 1996; sustituyéndola con la falsa frase sobre «la era de los buenos sentimientos», que no aparece en la versión en línea; y luego reemplazando la «aceleración» del conflicto con la falsa afirmación de que la visita de Sharón ha «destrozado» la paz.
Tampoco es misteriosa la razón de esta distorsión. La narrativa estándar en la mayor parte de Europa, y también en el Times, es que el colapso de Oslo fue culpa de Israel, mientras que los palestinos estaban en gran parte libres de culpa. Informar a los lectores el hecho que los atentados suicidas masivos comenzaron inmediatamente cuando los arquitectos de Oslo – Rabin y Peres – estaban todavía en el cargo, contradice la narrativa. Por tanto, ante un conflicto entre los hechos y su narrativa preferida, un editor en uno de los periódicos más prestigiosos del mundo escogió reescribir los hechos. Cohen luego se pregunta por qué tantas personas son indiferentes a los «hechos» promulgados por gente de su profesión.
El segundo ejemplo fue el sorprendente informe de la semana pasada del Consejo de la agencia de derechos humanos de Europa, la Comisión Europea contra el Racismo y la Intolerancia (ECRI), que instó efectivamente a los medios británicos a dejar de informar a los lectores que los ataques terroristas cometidos por extremistas islámicos son, de hecho cometidos por extremistas islámicos. Por supuesto, esto no fue dicho explícitamente. Si usted lee las recomendaciones y las tomamos fuera de contexto, se limitan a requerir una «una formación más rigurosa para los periodistas para garantizar un mejor cumplimiento de las normas éticas» y que «las autoridades encuentren una manera de establecer un regulador de la prensa independiente.» Pero es bastante claro cuál es la intención que ECRI tiene con estas recomendaciones aparentemente inocuas porque están precedidas inmediatamente por el párrafo siguiente:
«La ECRI exhorta a los medios de comunicación para hacer un balance de la importancia de la información responsable, no sólo para evitar la perpetuación de los prejuicios y la información sesgada, sino también para evitar daños a personas específicas o grupos vulnerables. La ECRI considera que, a la luz del hecho de que los musulmanes están cada vez más bajo en el punto de mira, como resultado de los recientes actos terroristas relacionados con ISIS de todo el mundo, el alimentar los prejuicios contra los musulmanes muestra una indiferencia imprudente, no sólo por la dignidad de la gran mayoría de los musulmanes en el Reino Unido, sino también por su seguridad. En este contexto, llamamos la atención sobre un estudio reciente de la Universidad de Teeside, que sugiere que cuando los medios de comunicación hacen hincapié en el trasfondo musulmán de los autores de actos terroristas, y dedican una importante cobertura a él, la reacción violenta contra los musulmanes es probable que sea mayor que en los casos en que la motivación de los autores se minimizó o fue rechazada en favor de explicaciones alternativas».
Así que a menos que asumamos que las recomendaciones no tienen conexión con el párrafo inmediatamente anterior, es difícil evitar la conclusión de que la ECRI, de hecho, quiere que la prensa oculte la identidad musulmana de los terroristas islámicos y atribuya su motivo a algo que no sea la ideología islamista. En otras palabras, se pretende que la prensa mienta al público acerca de quiénes son los terroristas y por qué están cometiendo ataques. Cohen  luego se pregunta por qué tantas personas son indiferentes a la codificación de los «hechos» promulgada por la Unión Europea.
A mí no me gusta nuestro nuevo mundo en el que los hechos no importan, del mismo modo que Cohen. Pero es el resultado inevitable de un hecho muy feo: instituciones de las que las personas deberían confiar, al igual que los medios de comunicación y la Unión Europea, han perdido la confianza por mentir repetidamente al público con el fin de promover sus propias agendas. Y la única manera de comenzar a reparar el daño es que estas instituciones reconozcan su propio papel en la destrucción de la credibilidad de los «hechos» y, finalmente, comiencen por decir la verdad tal como es, en lugar de presentarla como les gustaría que fuera.
Fuente: Evelincgordon.com

Compartir
Subscribirse
Notificarme de
guest

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

2 Comentarios
Inline Feedbacks
Ver todos los comentarios