Logrado film íntimo y profundo

10 mayo, 2017

Ajarei Haseara (Japón, 2016). Dirección y guión: Hirokazu Koreeda. Fotografía: Yutaka Yamazaki. Actores: Hiroshi Abe (Ryota), Yoko Maki (Kyoko), Taiyo (Yoshizawa (Shingo), Kilin Kiki (madre de Ryota) y otros.
Ryota es un hombre deprimido y por estas razones, ha escrito una novela premiada hace 15 años, obteniendo cierto éxito con ella titulada “La Mesa Vacía”, pero no ha reincidido en la escritura pese a decir que está trabajando en una nueva novela. Entretanto trabaja para una agencia de detectives, algo que no le trae mucha alegría, por así decirlo, es una profesión que le hace mirar la vida de otros en lugar de la suya propia.
Este es un tema recurrente en las películas de Koreeda y no en vano ha sido comparado con el más grande cineasta japonés, Yasujiro Ozu, particularmente con “Historias de Tokyo”, su obra maestra de 1953. En aquella película uno de los personajes dijo, la vida es deprimente, y eso llevaba quizás al público al borde de las lágrimas porque su estilo era contrario a cualquier sentimentalismo. Koreeda tal vez no llegue al nivel de su ilustre predecesor pero cuenta en su filmografía con películas de valor como por ejemplo “Nuestra pequeña hermana”, centrándose en el melodrama familiar contenido con alguna dosis de humor esparcido que conmueve y va metiendo adentro al espectador, gradualmente.
En su nuevo film donde se anuncia que llegará una tormenta tan frecuente por aquellos pagos, más de una vez alguno de los personajes hace entender que su vida no es lo que esperaba y que y que él mismo no es lo que quería haber sido.
22cineLa madre anciana de Ryota trata de alentarlo diciendo que es uno de los hombres que florecen tardíamente, pero pareciera que aún así ese florecimiento ya no vendrá, es demasiado tardío. La madre ha enviudado recientemente luego de medio siglo de casados y siente ahora una libertad que no sentía estando casada con un hombre que no satisfacía sus ansias, como por ejemplo mudarse a un apartamento más confortable y espacioso en lugar del apartamento comprimido que siempre ha habitado.
Como dicho Ryota padece de un bloqueo creativo al cual no parece hacer intentos de superar, lo máximo que les dice a los que se interesan por él que está haciendo unas investigaciones para su nueva novela. Además está siempre en apuros de dinero y por esa razón no puede pagarle a su ex mujer divorciada, Kyoko, la mensualidad a la que está comprometido legalmente. El hijo, Shingo, de doce años de edad vive con su madre y Ryota tiene permiso de verlo una vez por mes y como no cumple con su obligación Kyoko amenaza quitarle ese privilegio si sigue sin cumplir, ya ha acumulado una deuda de algunos meses.
Ryota es aficionado a los juegos donde generalmente pierde el dinero invertido. A Ryota lo que le gustaría es volver a reunir a la familia pero según le va sonsacando a su hijo, su madre tiene una nueva relación que tal vez no la satisfaga pero al menos le proporciona a ella y a Shingo seguridad económica. Ryota, trabaja para una agencia de detectives privados que siguen a gente que engaña a su pareja y el estado financiero desastroso de Ryota incide en su estructura moral, en vez de comunicarle a su patrón, trama entregar la información a la parte engañada a cambio de un pago. También trata de hurtarle a su madre efectos de valor para empeñarlos o venderlos.
Una escena de humor seco es el truco que le hace su hermana, conociendo sus antecedentes de querer hacerse con el dinero de la jubilación de la madre.
Una situación inesperada se da cuando él, su hijo y su ex esposa se refugian de la tormenta en la casa de la madre que insiste que no vuelvan a sus casas durante el transcurso de la noche. Koreeda ha escrito unos diálogos donde se rozan las intimidades de los personajes, con los silencios adecuados para que uno se sienta metido entre ellos mientras ruge la tormenta en el exterior de la casa.
Hay detalles sutiles que aparecen como de casualidad, como por ejemplo al día siguiente, un manojo de paraguas rotos. Pareciera que se tratase de una película deprimente pero no es así para nada porque Koreeda no se somete al melodrama de la trama sino que presenta la imagen de una situación existencial plena de momentos pequeños y admirables que, hay que repetirlo de nuevo, absorben al espectador y lo integran con lo que sucede que no es un gran drama pero por otra parte sí lo es de cierto manera.
El final es de una gran delicadeza y no necesariamente responde a anhelos que se satisfarían en melodrama americano pero justamente ahí está la exactitud de la dirección de Koreeda asistido por actores que le ayudan a crear la realidad descrita en su logrado film.

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