La estrategia de EEUU y el interés de Israel en el este de Siria

Bombardeo norteamericano en Siria Foto: Sargento Matthew Callahan Marina de EE.UU. vía Facebook

Jonathan Spyer

El derribo de un avión SU-22 de la Fuerza Aérea siria por parte de un F-18 Super Hornet de la Marina de EE.UU. sobre los cielos del norte de Siria, el 18 de junio pasado, eleva drásticamente las apuestas en el emergente estancamiento en el país. Este enfrentamiento ya no es entre las milicias locales, ni entre las potencias regionales. Sino que más bien, a través de líneas de apoyos entrelazados, coloca a Estados Unidos en oposición directa a Rusia.

Con casi con toda certeza aún no se ha dicho la última palabra -o no se ha hecho la última movida-. Mientras que los eventos en el noreste de Siria pueden parecer lejanos, existe un interés israelí directo en el resultado de la disputa actual.

Esta última movida ha sido probablemente el resultado inevitable de dos puntos de vista drásticamente opuestos actualmente en juego en Siria. EE.UU. busca mantener una línea divisoria entre la guerra contra el Estado Islámico en el este del país, y la guerra civil entre Assad y la rebelión en el oeste. Washington se ve a sí mismo como involucrado en el primer sistema de conflicto; mientras permanece fuera del segundo. Por lo tanto, las fuerzas rebeldes árabes sunitas y kurdas, apoyadas por Estados Unidos, tienen prohibido atacar a las fuerzas de Assad.

La declaración estadounidense tras el derribo del SU-22 refleja esta posición. El portavoz del Pentágono, capitán Jeff Davis, destacó que «no buscamos conflicto con ninguna de las partes en Siria fuera del Estado Islámico, pero no dudaremos en defendernos, o en defender a nuestros aliados, si somos amenazados”.

Por el contrario, desde el punto de vista del régimen y sus aliados rusos e iraníes, no existe tal división. Para ellos, la guerra en Siria es un sistema único, en el cual el “gobierno legítimo” (es decir, el régimen de Assad) está metido en una lucha contra diversas entidades ilegítimas. Este último grupo incluye al Estado Islámico, pero también a los rebeldes sunitas y a las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), dominadas por los kurdos, con las que EE.UU. está alineado.

El reciente acuerdo de Astana para la creación de cuatro zonas de “desescalada” ha liberado al régimen y a las fuerzas aliadas para tomar un papel más activo en la guerra contra el Estado Islámico más hacia el este. Las fuerzas del régimen están avanzando a lo largo de dos ejes: desde Palmira, en el sur, y desde la provincia de Alepo, más al norte. El segundo eje está trayendo al régimen y sus aliados hacia una proximidad directa y estrecha con el FDS, apoyado por Estados Unidos. El reciente incidente ocurrió, según la versión de Estados Unidos, después de que las fuerzas del régimen atacaran a las FDS en la ciudad de Jadin, al sur de Tabqa. Más enfrentamientos tácticos son probablemente inevitables ya que cada parte trata de tomar el control de las zonas abandonadas por el Estado Islámico, en retirada.

Pero estas cuestiones tácticas son parte de una realidad estratégica emergente. La derrota del Estado Islámico como una entidad que controla territorio es claramente sólo una cuestión de tiempo. Las acciones del régimen de Assad (o en forma más precisa los intereses iraníes y rusos que lo dominan) igualmente reflejan claramente su determinación de enfrentar y derrotar a todos los demás elementos armados dentro de Siria. Estados Unidos están actualmente apoyando a ciertos elementos armados no gubernamentales en Siria, con el propósito declarado de derrotar al Estado Islámico.

Por lo que la situación está llevando a EE.UU. inexorablemente hacia una elección. En cierto punto, tal vez después del eclipse final del Estado Islámico, pero también tal vez antes de eso, Washington tendrá que decidir si quiere abandonar a sus aliados a la destrucción a manos del régimen, Irán y Rusia, o si desea ayudar a defender las fuerzas que ha armado y entrenado.

En ese punto, EE.UU. tendrá que decidir cuál es su objetivo final en Siria. ¿Una Siria federal y descentralizada, con el régimen dominante en el oeste y los aliados de Estados Unidos en el este? ¿La destrucción del régimen de Assad? ¿La construcción de zonas de seguridad y la actual negociación? ¿Cuál será?

Nada de esto es fácil y todas las opciones tienen su precio. La incapacidad de decidir, y por lo tanto la respuesta táctica y localizada a las amenazas inmediatas es también una especie de elección, por supuesto. Hasta ahora, este tipo de respuesta ha dado lugar a que las fuerzas pro-iraníes llegaran a la frontera iraquí, al norte de Al Tanf, cortando a los rebeldes, apoyados por Estados Unidos, en la zona, la posibilidad de seguir avanzando hacia el norte.

Hasta ahora, en cuatro ocasiones, las fuerzas estadounidenses han respondido al acercamiento extremo del régimen. Pero esto tiene la apariencia de una respuesta fragmentada. Todas las partes esperan el descubrimiento o la aparición de la estrategia de Estados Unidos en Siria.

¿Por qué todo esto importa a Israel? Por la razón siguiente: Si EE.UU. y sus aliados son eclipsados en el este de Siria, el resultado será el establecimiento de un enlace de territorio contiguo desde Irán, a través de Irak y Siria, hacia el Líbano y la frontera israelí. Esto a su vez va a transformar el cuadro de amenazas que enfrenta Israel en el caso de una nueva guerra con Hezbollah. Esto no sólo ni principalmente tiene que ver con la transferencia de sistemas de armas a los jihadistas chiís libaneses.

Hay que observar y estudiar el estilo de la guerra que Irán ha conducido en Siria e Irak durante la última media década para comprender este punto esencial. En ambos contextos, sin una declaración oficial iraní de guerra, una coalición de milicias alineadas con Teherán ha actuado de manera coordinada a favor de los aliados y los intereses iraníes. Esta coalición de fuerzas ha jugado un papel crucial en la supervivencia del régimen de Assad. En Irak, una coalición similar de fuerzas alineadas a Irán jugó un papel crucial en la lucha contra el Estado Islámico, y ahora constituye el instrumento clave de poder en ese país.

En ningún momento las fuerzas pro-iraníes se han visto constreñidas por las fronteras estatales nominales o las divisiones “nacionales”. Efectivos del Hezbollah libanés han desempeñado un papel vital en Siria y han estado presentes también en Irak. Los milicianos iraquíes han estado activos en Siria. Combatientes afganos fueron los primeros en llegar a la frontera siria-iraquí, el 9 de junio.

No hay ninguna razón para que los planificadores israelíes asuman que una futura guerra con Hezbollah será inmune a este patrón. Para reiterar, no se requiere una declaración formal de guerra por parte de Irán. Los agentes (proxies) son movilizados y desplegados bajo la dirección del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Iraní (CGRI), pero sin la participación directa o el reconocimiento del involucramiento dado o exigido a Irán en ninguna etapa.

La naturaleza ambigua y floja de gobierno de esos territorios serviría como con una ventaja para las fuerzas iraníes, tal vez proporcionando el tipo de cobertura diplomática que les otorgó la presencia del gobierno sin dientes de Siniora en Beirut, en 2006. Ese es el modelo iraní de probada eficacia de guerra revolucionaria.

La creación de un corredor contiguo todo el camino desde Irán al Líbano haría posible la prosecución de tal guerra en el momento y la oportunidad adecuados para Teherán, en contra de Israel.

Por esta razón, la prevención de la aparición de esta ruta directa a través del este de Siria es un interés nacional directo israelí. Por desgracia, la naturaleza táctica y fragmentaria de la respuesta de Estados Unidos, y la aparente ausencia de una estrategia claramente formulada para enfrentar el avance de Irán, apoyado por Rusia, podría aún facilitar su creación. Tal vez, aún surja una estrategia clara. Ahora, le toca mover a Trump.

Fuente: Jpost.com

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