La comunidad judía de Bélgica, ante los nuevos retos del antisemitismo

Interior de la Sinagoga Eiseman de Amberes Foto: Debby Kahan Wikimedia Dominio Público

Cuatro años después del atentado en el Museo Judío de Bruselas, y a la luz de ataques recientes como el de Pittsburgh (EE.UU.), la comunidad judía de Bélgica busca nuevas soluciones ante el aumento de los ataques antisemitas en redes sociales en un contexto global de ataques jihadistas.
Como en muchos otros lugares del mundo, la comunidad judía belga se ha visto en las últimas décadas empujada a replegarse, en medio de fuertes dispositivos de seguridad, y combatir el odio a través de la apertura y la educación.
La posibilidad de ataques antisemitas en Bélgica ha llevado al servicio encargado de detectar amenazas terroristas, el OCAM, a elevar un grado (3/4) el nivel de alerta por ataques sobre aquellos lugares vinculados a la comunidad judía con respecto al resto del país (2/4).
La comunidad judía en Bélgica cuenta con aproximadamente 30.000 miembros, según cifras del Comité de Coordinación de las Organizaciones Judías de Bélgica (CCOJB), la mayoría concentrados en la capital, Bruselas, así como en el enclave comercial de Amberes, hogar de una de las comunidades ortodoxas más numerosas de Europa.
Según el presidente del CCOJB y vicepresidente del Congreso Judío Mundial, Yohan Benizri, aunque las amenazas antisemitas son diversas, tanto narrativa como geográficamente, en Bélgica pueden dividirse actualmente en dos tendencias.
La primera es el «ascenso del populismo y de mensajes simplistas y contenido de odio que abocan a ciertos sectores de la sociedad a ideas y acciones extremistas», un fenómeno que se observa «tanto en la extrema derecha como en la (extrema) izquierda», comentó Benizri.
Se refiere a estereotipos clásicos como el negacionismo del Holocausto y a otros nuevos clichés relacionados con la crítica a la existencia y a la política del Estado de Israel, abunda Benizri, a lo que se suma, como segunda amenaza, el «islamismo radical» que ha motivado algunos de los atentados terroristas en Bélgica en la última década.
Bélgica se ha visto comúnmente retratada como la gran base de operaciones jihadistas en Europa, especialmente en los meses que siguieron a los atentados perpetrados por un mismo grupo de terroristas islámicos en París en noviembre de 2015 y en Bruselas cuatro meses después, con un total de 162 víctimas mortales.
Ya mayo de 2014, el Museo Judío de Bruselas había sido víctima de un ataque con disparos en el que fueron asesinados una pareja de israelíes, una francesa y un empleado belga, en un país considerado entonces como el Estado occidental con mayor número de jihadistas per cápita en Siria e Irak.
No obstante, aunque la comunidad se dice bien protegida en lugares de culto e instalaciones afines, el recrudecimiento de la retórica antisemita por la impunidad y anonimato que facilitan las nuevas tecnologías abre un nuevo frente de combate tras la pantalla de la computadora (ordenador).
«A la acción siempre le precede la palabra desatada», arguye el líder de la Liga Belga contra el Antisemitismo, Joël Rubinfeld, para quien la gran mayoría de diatribas antisemitas tienen lugar en «las autopistas virtuales y cámaras de eco».
Según una encuesta de noviembre de 2017 de la Agencia de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea, el 77 % de los entrevistados en Bélgica valoraron que el antisemitismo es un «problema grande» en su país, sólo por detrás de Hungría y Francia, y el 87 % dijo haber notado un incremento en antisemitismo en los últimos cinco años.
Contra esta situación, la comunidad judía lucha para que Bélgica adopte una definición legal clara sobre antisemitismo y para que presione a las plataformas digitales para que eliminen contenidos de odio, pero también dicen estar abiertos a ser más participativos en los medios de comunicación, involucrarse en litigios o volcarse en la educación.
La senadora Simone Susskind, que organiza viajes a Israel y la Autoridad Palestina para estudiantes de bachillerato y profesores, explica que no se trata de protegerse «solo de forma reactiva, sino de contribuir también al debate social».
«Como judíos debemos resistir el odio, el miedo y, en última instancia, la ignorancia», incluso bajo riesgo de agresión, opina Susskind, para quien el papel que ha desempeñado el Museo Judío tras el ataque jihadista es paradigmático porque «tiene una visión real de apertura, donde miembros de la comunidad musulmana pueden asistir a celebraciones» interreligiosas. EFE y Aurora

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