Joseph Hodara
El vocabulario político y público en Israel abunda en estos días en el uso de las expresiones izquierda y derecha para calificar opiniones y posturas en torno a asuntos públicos. Ciertamente, un hecho similar se conoció en los primeros años- e incluso antes- en la historia del país, pero el uso y los contenidos de estos términos se antojaban entonces desiguales. Juzgo sin embargo que tanto en aquel tiempo como en el presente los calificativos “derecha” e “izquierda” estuvieron muy lejos de aludir rigurosamente a su origen histórico; a saber, la ubicación física de los parlamentarios franceses durante y después de la Revolución de 1789. En el escenario israelí, los términos indicaban más bien opuestas inclinaciones y preferencias que, insertas en el llano y corriente lenguaje de entonces, pretendían interpretar y propiciar el rumbo que convenía al país.
Escenario ideológico y semántico que hoy se prolonga, pero con guiones y énfasis desiguales. Así, por ejemplo, cuando en estos tiempos se endilga públicamente a un político, escritor o periodista el marbete “izquierdista o izquierdoso, no se alude necesariamente a los principios doctrinarios que lo orientan; a saber, algunas versiones de la doctrina socialista o un radical liberalismo. Más bien la intención es indicar que tal sujeto censura gratuitamente – sin sólidos fundamentos y con alguna malicia – los actos y los rumbos de las coaliciones gubernamentales que dominan el país desde hace tres décadas. Actitud que- según sus rivales- no se ajusta a las nuevas realidades del Medio Oriente y del contexto internacional y que apenas favorece la viabilidad del país.
Por otra parte, aquellos que parecen adherir a “la derecha” (yemaniim) merecen apreciaciones desiguales. Para sus partidarios – hoy mayoría – el término presenta y representa rumbos que el país debe adoptar en términos socioeconómicos y militares considerando circunstancias como la violencia árabe y palestina, el mandato bíblico que prescribe colonizar rápidamente las tierras conquistadas hace medio siglo, y el viraje presumiblemente ventajoso que hoy se ha producido en la Casa Blanca.
En filoso contraste, estas propensiones según los izquierdistas (smolanim) son peligrosas e injustas: ahondan la desigual distribución del ingreso, ponen en peligro el sistema democrático e ignoran la aspiración palestina a un Estado propio. Más aún: trastornan el equilibrio de los poderes que, desde Montesquieu, constituyen la esencia y requisito de los regímenes liberales.
En este nervioso e inquieto escenario no hay lugar para los juicios equilibrados que historiadores y analistas sociales gustan poner por escrito. La opinión popular israelí prefiere hoy posturas y dictámenes alejados del lenguaje académico. No le interesa atender el origen de estos términos- izquierda-derecha– ni sus expresiones institucionales en la historia de la cultura occidental de los dos últimos siglos.
Presente constelación que debe preocupar. Las agrupaciones y personas que divulgan y propician estas simplificaciones ignoran – por deliberación, desconocimiento o negligencia – giros ideológicos y sociales que tienen más de 200 años de historia. Por ejemplo, desde el rincón de las izquierdas un extremo como el estalinismo; y en el flanco contrario- los fascismos y el nazismo. Conducidas a sus últimas y radicales implicaciones, izquierdas y derechas- cuando torcidamente se interpretan – conducen a lesionar la libertad ciudadana y la viabilidad nacional. De aquí el imperativo de recuperar el significado original de estos términos y de manejarlos con lucidez y cuidado, a fin de eludir simplificaciones que ponen en peligro la equilibrada convivencia social y el devenir de nuestro país.