Israel y Palestina: Cifras y escenarios

23 noviembre, 2016

Joseph Hodara

Con punctual tino, el canal televisivo 10 inició el domingo una serie de entrevistas y comentarios en torno a la consigna «Dos estados para dos pueblos» que desde hace años no tiene ni credibilidad ni sustento algunos. Corresponde preguntar entonces: ¿cuáles son en las presentes circunstancias las alternativas a esta fórmula que ya ha perdido vigencia?

Obviamente, no es posible de momento anticipar los contenidos y las conclusiones que emergerán de este programa; su importancia es indiscutible pues se propone dilucidar un tema que hoy reclama la radical revisión de supuestos y posturas ya superados. Es verosímil que las personalidades entrevistadas por este medio se ayudarán con el estudio que el distinguido centro de investigaciones RAND publicó hace un par de años; y quizás los aportes de algunas unidades militares (como la 8200) tendrán directa u oblicua presencia en este marco televisivo.

Confieso que la iniciativa del canal 10 afila mi curiosidad. Como académico dediqué no pocos esfuerzos dirigidos a dilucidar cuestiones metodológicas y sustantivas en torno a la anticipación de escenarios futuros económicos y políticos en América Latina y en Israel. Es un asunto que me obsesiona. El interesado encontrará alusiones al tema en mi sitio www.josephodara.com. Siguen por lo tanto algunas reflexiones que tal vez coincidirán – o no – con los contenidos del programa anunciado.

Israel: asimetrías en el despliegue demográfico

Recordemos primero algunas cifras que ayudarán a definir los marcos del tema. La Oficina Central de Estadísticas de Israel nos ofrece confiables estimaciones demográficas sobre la población del país y, en particular, las expresiones particulares que ésta presenta cuando se considera la coexistencia de israelíes y palestinos en un ámbito que algunos denominan Judea y Samaria, y que otros llaman Cisjordania (usaré estos términos despojados de preferencias ideológicas que considero aquí improcedentes).

Conforme a esta fuente gubernamental, la población israelí oscila hoy en los ocho millones de habitantes, de los cuales alrededor de dos millones son ciudadanos de origen palestino y, mayoritariamente, de fe musulmana. La población judía es dominante, pero conoce y acepta una importante asimetría ideológica y territorial que tiene implicaciones políticas, culturales y militares.

Aludo a los ciudadanos que adhieren a credos ortodoxos que, en y por principio, impugnan resueltamente la legitimidad del Estado y del sionismo. Se estima en un millón (es decir, de 14 a 16 por ciento de la población judía en el país). Componen un tercio de la población jerosolimitana, y son mayoría absoluta en poblados como Bnei Brak, Modiin Ilit, Betar y Elad. Su aporte a la economía del país es modesto (sólo la mitad de la fuerza laboral masculina se inserta en el mercado), y su aporte a la defensa militar es efímera y simbólica (apenas siete mil reclutados por breve tiempo en los últimos diez años). No obstante apoyan con firmeza y devoción, en marcos parlamentarios e ideológicos del país, a los círculos que aspiran a judaizar a Cisjordania, y constituyen por añadidura factor decisivo en las coaliciones gubernamentales y en la definición de la identidad colectiva de Israel.

Importa añadir: el ritmo demográfico y la estructura por edades de los grupos judíos ortodoxos implica que este segmento poblacional se duplica cada diez-doce años, en contraste con la ciudadanía secular que para alcanzar este crecimiento precisa algo más de veinte. En otros términos, la brecha demográfica entre la ortodoxia no sionista, que apenas aporta a la capacidad económica y defensiva de Israel – y la población judía sionista habrá de ampliarse en la próxima década. Factor que debe considerarse en cualquier anticipación sobre el devenir de Israel, y, en particular, de la vecina Cisjordania incluyendo a las poblaciones judías allí instaladas.

En cuanto a los ciudadanos israelíes de fe musulmana- éstos revelan en el presente una solidaridad formal con los símbolos y las leyes del estado; en términos económicos se ubican en los deciles inferiores y medios del ingreso nacional, y la mayoría de ellos se inclina a pensar que las condiciones de vida que tienen en Israel apenas son obtenibles en países vecinos con los cuales comparten etnia y credo. En la actualidad, trece parlamentarios en la Knéset vocean y defienden sus intereses.

En contraste, muy distintas son las condiciones de vida entre los palestinos que habitan la zona oriental de Jerusalén, la franja de Gaza y la Cisjordania, secularmente condenados por sus líderes al silencio político y a la marginalidad social.

Judíos y palestinos en Cisjordania

Desde los años setenta ha crecido el número de pobladores judíos en Samaria y Judea. Se estima- conforme a fuentes gubernamentales e internacionales – que frisa los 500 mil habitantes. Apoyados por recursos nacionales y extranjeros, este medio millón forma parte en rigor de las clases medias de la población judía residente en Israel, gravita sustancialmente en las decisiones parlamentarias e internacionales del país, y vocea reiteradamente la intención de ampliar – demográfica y territorialmente- su presencia en las tierras conquistadas en 1967.

Por razones culturales, y para minimizar riesgos, los colonos judíos se autosegregan respecto a la población local, que según estimaciones de organismos internacionales alberga a tres millones de habitantes. La precariedad económica, la marginalidad social y la propagación de los asentamientos judíos: factores que se combinan y se manifiestan en reiterados actos de violencia.

Por su lado, los asentamientos cuentan eficazmente con la protección militar y se ven favorecidos por amplios recursos del presupuesto nacional en asuntos como vivienda, educación, e infraestructura.

Tres escenarios

1) El primero imagina a Cisjordania como extensión y parte integral del Estado de Israel. Previsiblemente, a semejanza del presente status de Jerusalén como ciudad capital, trascurrirá no poco tiempo hasta que esta hecho merecerá  reconocimiento internacional. En cualquier caso, materializa y transforma en realidad la aspiración política de Bennett y de su partido, postura que es ampliamente compartida por no pocos miembros de la actual coalición gubernamental.

Este escenario implica la coexistencia razonablemente pacífica y creativa de judíos y palestinos en Cisjordania. Es previsible que habrá de conocer restricciones y dificultades en sus primeras etapas, ocasionadas por la severa marginalidad de los palestinos en los mercados laborales, el deslinde territorial entre judíos y palestinos, y el pertinaz control militar, entre otras circunstancias.

Esta opción cristalizará si se verifican las siguientes circunstancias: los países árabes y musulmanes se abstienen de vocear firmes objeciones al respecto en los medios regionales e internacionales; la población palestina vislumbra claras ventajas económicas en este arreglo; y surge un liderazgo palestino condescendiente con la nueva situación por los beneficios directos que le aporta.

En este escenario, la presente y dinámica convivencia de judíos y árabes en Israel se reproduciría así en Cisjordania, a pesar de las asimetrías demográficas e ideológicas que en este territorio se conocen. Previsiblemente, no se eximirá completamente de tensiones y públicas protestas. Pero la presencia ampliada y legítima del Estado judío atinará a disciplinarlas.

2) El segundo escenario supone la suscripción de un acuerdo conforme al cual Israel asume control – con el respaldo internacional- de las zonas definidas como Judea y Samaria. En estas circunstancias, el resto de Cisjordania sería gobernado por un mandato internacional controlado por las Naciones Unidas. Con la directriz de este organismo, algunos gobiernos se encargarían de alentar su crecimiento institucional y económico, a fin de de conducirlo finalmente- después de una o dos décadas- a la independencia nacional. Escenario que tendrá viabilidad si se verifica en las circunstancias apuntadas y si naciones afines como Egipto, Jordania, y – en particular – Arabia Saudita le conceden directa o indirectamente legitimidad y sustento.

Sin embargo, no es realista anticipar que en estas circunstancias la población palestina aceptará sin protestas el régimen apuntado; conocerá seguramente expresiones conflictivas – violentas y multitudinarias – adversas a la soberanía israelí en Judea y Samaria, pero éstas no afectarán sustancialmente tal concertado ordenamiento.

  1. El tercer escenario implica que el colapso irreversible del proyecto » dos estados para dos pueblos» habrá de conducir al paso de los años a un amotinamiento masivo de la población palestina, circunstancia que pondrá en grave peligro a los residentes de Judea y Samaria. En tal coyuntura, la intervención militar de Israel se tornará más activa, y, en paralelo, se multiplicarán las protestas de la comunidad internacional. Las posibilidades de éxito por el lado palestino se multiplicarán si contará con un líder carismático que recurrirá a la resistencia pasiva como principal estrategia, recurso que habrá de contar con el firme apoyo de amplios sectores de la opinión pública internacional.

Implicaciones de estos escenarios en la sociedad israelí

Los años que van desde la ocupación israelí de territorios palestinos en 1967 hasta estos días (casi medio siglo) conducen a anticipar que no sólo mutaciones como las esbozadas pueden ocurrir en Cisjordania considerando el irreversible fracaso del proyecto «dos estados para dos pueblos». Este viraje tendrá radicales manifestaciones en el interior de Israel.

Insinuaré aquí sólo una de ellas. Juzgo que el alcance de cualquier escenario de los brevemente esbozados implica la incorporación de francos contenidos religiosos en el credo nacional, circunstancia que alterará radicalmente el status quo vigente, que hasta estos días facilita la convivencia de los ciudadanos judíos en Israel que asumen posturas dispares respecto a la fe y a la praxis religiosa. Es previsible que para explicar la anexión parcial o total de Cisjordania conforme a algún escenario, el gobierno israelí que lo auspicie  acentuará la importancia de referencias teológicas hoy difundidas por la derecha fundamentalista del país – Naftali Bennett como ministro de educación será un influyente protagonista– a fin de legitimarlo.  En estas circunstancias, es verosímil que amplios sectores radicalmente laicos en Israel impugnarán este tránsito a un áspero conflicto cultural, ya sea mediante masivas protestas, ya sea con medidas radicales como la búsqueda de alguna residencia alternativa en países que profesan valores seculares y democráticos. Escenario que hoy no debe sorprender cuando más de medio millón de israelíes pueblan Estados Unidos, Europa, Australia y Nueva Zelanda, con la ayuda – o sin ella- de dos o más pasaportes obtenibles a través de la generación paterna. Grave y temible escenario.

Coda

Como indiqué al principio de este ensayo, ignoro cuáles serán los contenidos y conclusiones de la serie televisiva que ayer domingo inició el canal 10. En cualquier caso creo que es importante complementarla con estas arriesgadas reflexiones sin descuidar el equilibrio emocional e ideológico. Naturalmente, esta tarea no es fácil: la existencia y futuro de Israel y de los que aquí vivimos gravita poderosamente en este juego reflexivo. Sin embargo, hoy se configura impostergable.

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