Israel septuagenaria: algunas reflexiones

11 mayo, 2017

Joseph Hodara

Israel festejó en los últimos días una nueva y festiva jornada como nación independiente, en su 69 aniversario. Circunstancia que invita a enhebrar un balance tanto de lo que ha logrado hasta aquí como de los dilemas que se levantan en su futuro.

Para empezar: creo que en la presente constelación internacional y pública son pocos los países que suscitan- como en este caso- evaluaciones radicalmente opuestas.

De un lado se escuchan deslumbradas voces en su favor que señalan la singular y sostenida capacidad para sobrevivir en un contexto geográfico, cultural y militar francamente hostil. Por otro se multiplican las censuras por las actitudes que sus gobiernos se inclinan a adoptar en contra de la población palestina- particularmente en Cisjordania – que desde hace décadas intenta alcanzar la plena autonomía nacional.

Opino que estos juicios – opuestos y parciales- muy poco nos ilustran acerca de la singularidad del trayecto y devenir de Israel. Pertinente recordar.

Se trata de un país que se extiende en una estrecha geografía: apenas 20 mil kilómetros cuadrados. Cualquier país latinoamericano o europeo lo supera considerablemente en extensión. Presenta por añadidura una densidad poblacional elevada: más de 350 habitantes por kilómetro cuadrado. Se me ocurre que sólo en la franja de Gaza cabe encontrar un coeficiente similar, con resultados allí absolutamente retardatarios y negativos. No en Israel. Hasta el presente ha acertado en poner en práctica directrices y acciones que le ayudan a superar severas restricciones geo-demográficas.

Se trata además de una sociedad que en gran medida ha logrado superar amplias y conflictivas escisiones internas. Su población árabe musulmana llega al 22 por ciento; los sectores religiosos judíos que niegan legitimidad al estado y rehúsan servirle militar y económicamente constituyen un 15 por ciento; ciudades como Tel Aviv albergan a más de 50 mil migrantes no judíos llegados de África y unos ocho mil procedentes de América Latina; y la ciudadanía que resta- alrededor de seis millones-  debe encarar no pocos conflictos, generados por el desigual origen cultural y la inequitativa estratificación económica.

Circunstancias que fácilmente habrían podido conducir a restarle viabilidad como país moderno y como vivaz democracia. No ha ocurrido. A la fecha Israel ha logrado instituir modalidades institucionales y políticas que le permiten corregir profundas fisuras internas y superar con éxito no pocas amenazas externas.

Se trata por añadidura de un país que ha experimentado sangrientos conflictos militares desde su formación en 1948; por lo menos cinco guerras- de subida extensión y altas pérdidas humanas y materiales- con países vecinos (Jordania, Egipto, Siria, Líbano), amén de sustantivas mutaciones políticas y violentos disturbios internos propiciados la población palestina.

No faltaron razones para anticipar que la marcada y difundida inseguridad militar habrá de inhibir la llegada de judíos que residen con razonable holgura y seguridad en otros países del mundo. Sin embargo, en décadas no lejanas llegaron al país más de un millón de judíos procedentes de Rusia y Europa oriental. Ciertamente, al paso del tiempo el caudal migratorio se tornó modesto; sin embargo, hoy frisa en promedio los 20 mil nuevos migrantes por año.

Por otra parte, el país no puede eludir los procesos de globalización tecno-económica que hoy tienen lugar en el mundo post-industrial. En parte, logra insertarse creativamente en ellos; pero también involucran riesgos: el número de israelíes que están creando una nueva diáspora se multiplica como respuesta a estos procesos y por la adquisición de pasaportes facilitados por el origen de sus familias. Un desafío que los gobiernos actuales apenas atienden.

Debe apreciarse por añadidura que Israel se localiza en una región que produce, consume y exporta drogas ilegales que merecen amplio consumo en no pocos países europeos, latinoamericanos, africanos y asiáticos. No obstante, este mal no afecta sensiblemente a la sociedad israelí; en los últimos años se difunde más bien-  con absoluta legalidad- la producción de marihuana con fines medicinales debidamente controlados.

Al considerar su particular estructura demográfica y cultural en la cual una décima porción de la población judía se niega a insertarse a mercados laborales especializados y a hacer estudios universitarios por razones religiosas, merece atención la distinguida estatura internacional lograda por sus instituciones académicas que, según estimaciones internacionales, no están muy lejos de las más distinguidas en Estados Unidos y en Europa occidental. Corresponde recordar que escritores y académicos israelíes han merecido a la fecha cuatro Premios Nobel.

Por añadidura, es irrefutable la capacidad tecnológica y militar del país. Previsiblemente, no pocos condenan el hecho de que Israel es hoy el cuarto exportador de armas en el mundo y que los compradores representan una amplia gama de naciones desde la India a no pocos latinoamericanos. Sin embargo, también cabe apreciar que se trata de una capacidad que, para alcanzarla, se precisa una infraestructura científica y tecnológica hoy ausente en múltiples países.

En suma: en camino a los 70 años Israel como estado y país presenta no pocas fallas y no pocos retos, particularmente por su desigual y conflictiva  estratificación  étnica, ideológica y económica y por los dilemas no resueltos inherentes al control militar de la población que habita Cisjordania. Sin embargo, en camino a sus 70 años Israel acierta razonablemente en superar su fragilidad geopolítica así como escisiones culturales, étnicas y religiosas en contraste con no pocos países del mundo. Preservar el sistema democrático más allá de las tensiones e incertidumbres es el principal reto que nos obliga.

www.josephodara.com

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