Israel, Irán y la crisis saudita

Donald Trump y el rey Salman bin Abdulaziz en el extremo izquierdo Foto: Shealah Craig Casa Blanca Wikimedia Dominio Público

Pablo Sklarevich
La desaparición del periodista saudita, Jamal Khassoggi, en el consulado saudita en Estambul constituye un evento dramático que deja entrever las profundas grietas tectónicas que dividen al mundo del islam sunita.
Los enemigos de Arabia Saudita, entre ellos el canal qatarí Al Jazeera, están haciendo un verdadero festival. Turquía deja trascender cada día un nuevo detalle del asesinato, para que el escándalo no abandone los titulares.
Es que Ankara tiene cuentas pendientes con Riad. Turquía conforma, con Qatar y Hamás, el bloque adscripto a la corriente ideológica de los Hermanos Musulmanes. Mientras, que Arabia Saudita, adepto a la versión puritana wahabita del islam,  encabeza un bloque rival de países del Golfo, en alianza con Egipto, Jordania y Mauritania.
Uno de los daños colaterales del escándalo podría ser el impacto sobre el “Acuerdo del Siglo”, la aún secreta propuesta de paz del presidente norteamericano, Donald Trump, para resolver en conflicto israelí-palestino, que pretende apoyarse en los llamados países árabes moderados de la región.
El otro damnificado podría ser el frente tácito regional para detener la expansión de la influencia militar iraní en la zona, que incluye no solamente a los países árabes sunitas sino también a Israel.
A propósito, el ex jefe de la Inteligencia Militar, general (retirado) Amos Yadlin, manifestó al diario Yediot Aharonot, que al Gobierno israelí se le presenta un dilema con malas opciones dado que la Guardia Revolucionaria Iraní ha decidido trasladar, a raíz de los bombardeos aéreos israelíes, las plantas para convertir los cohetes aleatorios en misiles de precisión de Siria al Líbano. Yadlin explica que el Gabinete estima que si Israel bombardea las instalaciones, se desatará inmediatamente una guerra con Hezbollah. Por el contrario, si se abstiene de hacerlo, se verá expuesto a una amenaza que el propio primer ministro; Benjamín Netanyahu, ha calificado de intolerable.
Desde la Segunda Guerra del Líbano, en 2006, Israel se durmió en los laureles y consecuentemente Hezbollah  aumentó su arsenal, según se cree, en alrededor de 150 mil misiles y cohetes que apuntan al Estado judío.
Mientras tanto, el Gobierno de Jerusalén trata de evitar verse envuelto en un conflicto en Gaza, un asunto que considera como un desvío de su principal foco de atención en el frente norte. Hamás, que controla la Franja, y vive jugando en el precipicio, sabe que Israel no busca una guerra en la zona; por ello lo provoca, en un intento de mejorar de su posición en las negociaciones indirectas para un cese del fuego. Se trata de una movida peligrosa que fácilmente podría poner la situación fuera de control.

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