Israel, el banco de pruebas

30 noviembre, 2016

El terrorismo exporta luego sus invenciones
José Caro
Ya no cabe la menor duda que el terrorismo palestino funciona como un gran laboratorio, donde el banco de pruebas somos nosotros, los ciudadanos que vivimos en el Estado de Israel. Primero fueron los atentados terroristas con bombas a instituciones o bienes particulares -como cafés, casas de comida o lugares de esparcimiento-, luego a los autobuses, especialmente si en ellos viajaban escolares, siguiendo con el atropello a personas indefensas en las calles o paradas de autobuses, asesinatos indiscriminados contra personas distraídas, apuñalamiento a personas desarmadas y desprevenidas, a los soldados o policías y ahora la última e imaginativa demostración de odio generalizado, creando incendios a lo largo y ancho de todo Israel. Aunque parezca mentira ahora han iniciado 1.500 focos de incendios, lo que ha provocado el desplazamiento de unas 75.000 personas, personas internadas, enormes daños materiales y una gran destrucción de bosques y espacios naturales.
Todas las modalidades descriptas, las fueron repitiendo sus hermanos árabes en los distintos rincones del planeta. En los países islamistas se siguen utilizando los atentados con bombas de gran poder de destrucción, pero en Europa, en los últimos tiempos, han utilizado todos los sistemas probados en Israel -los distintos atentados de Paris o Bruselas-, donde toda la variedad de métodos fue utilizada, faltando ahora la nueva metodología de los incendios, así que Europa ya tiene que sentirse anoticiada de lo que les ocurrirá.
Mientras nuestros vecinos palestinos festejan cada incendio, agradeciendo a Alá por la tarea de destrucción generada, ya han denominado esta nueva etapa como «La intifada de los Incendios», un título lamentable, para demostrar el odio visceral no solo al pueblo judío, sino al cristiano también, ya que en muchos de los lugares elegidos para atentar contra la naturaleza, la presencia de cristianos es importante, como en Haifa por ejemplo, sin mencionar que muchos de esos lugares son compartidos por los drusos y otros habitantes de este país.
Es también un tiro por elevación al Papa Francisco, ya que es ésta la mejor manera de reírse de él y de la Iglesia Católica, ya que su Encíclica precisamente está dedicada al medio ambiente y a su cuidado presente y futuro. Pues bien, ésta es la respuesta de los palestinos. Mientras tanto sus dirigentes, ya sea Abu Mazen o los representantes árabes en la Knéset, en vez de condenar y actuar para encarcelar a estos depravados, acusan con argumentos absurdos e infantiles al gobierno israelí por lo que ellos están generando.
También otro hecho curioso es el ánimo destructivo expuesto en estos atentados ya que nos hace preguntarnos si ellos desean esta tierra solo para destruirla. Si la idea es reclamarla como propia, parece inconcebible que se pretenda destruir a toda la naturaleza que ella misma ofrece, independientemente de que el vergel que ofrece Israel, es el resultado de la tarea de todos los gobiernos desde su creación y también del K.K.L. quien hace más de 100 años se ha dedicado a luchar contra el desierto para plantar esta masa maravillosa de árboles que pintan de diferentes tonalidades verdes todo el territorio nacional.
Pocas respuestas para esta sinrazón del terrorismo islamista radical, cuya propuesta es solo vernos a todos muertos por ser infieles a su causa, seamos judíos, católicos o incluso también musulmanes moderados. Cuando el odio no es por la tierra, lo es por la tendencia -chiitas, sunitas-, por el origen étnico, o por el color de la piel o la religión que profesamos. Así como se pretende luchar contra el ISIS, por su gran poder asesino, así también se debe luchar contra todos los que de una manera u otra pretenden atentar contra el mundo libre; es decir contra todos nosotros, los que representamos a gran parte de la humanidad, esa mayoría que solo desea convivir en paz, con respeto y en libertad.
Que el mundo no se asombre nuevamente. Ya saben quien es el enemigo y cómo volverá a atentar.
* Raanana, Israel.

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