Se dice que los iraníes, como expertos tejedores de alfombras, se caracterizan por su infinita paciencia y sofisticación en el planeamiento a largo plazo. También se comenta que su presencia en Siria es una pequeña pieza de su proyecto a largo plazo para el establecimiento de un imperio en el Oriente Medio. En el sur de Siria, el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Iraní (CGRI) está tratando de replicar el modelo del Hezbollah libanés. Solo que esta vez, Israel trata de evitarlo con bombardeos intermitentes.
Tras el último bombardeo aéreo, la Fuerza Quds, la unidad de elite de la CGRI para sus operaciones en el exterior, respondió lanzando un misil tierra-tierra contra el monte Hermón, en el norte de las Alturas del Golán, cuando alrededor de diez mil visitantes israelíes habían concurrido a sus pistas de esquí para disfrutar de las nieves invernales, un entretenimiento poco frecuente en el generalmente tórrido clima de Tierra Santa.
La represalia de la Fuerza Aérea Israelí no se hizo esperar, y sus aparatos castigaron con un extensivo ataque sobre puestos militares y de inteligencia iraní en Siria.
Los iraníes saben que Israel goza de supremacía aérea y de inteligencia; pero no parecen dispuestos a desistir.
Moscú no condenó el ataque israelí. Su silencio podría estar relacionado con un papelón diplomático. El Kremlin le prometió a Jerusalén, cuando el régimen sirio y sus aliados reconquistaron el sur de Siria, que los iraníes permanecerían alejados al menos 70 kilómetros de la frontera con Israel. Sin embargo, el misil tierra-tierra iraní fue lanzado desde cerca de Damasco, situado aproximadamente a 40 kilómetros de la frontera con Israel.
El dictador Bashar al Assad debe a Irán la supervivencia de su régimen; pero no está contento con lo que sucede. Tiene la agenda completa con los grupos islamistas y rebeldes sunitas, guarecidos en el norte de Alepo, en la provincia de Idleb, bajo el paraguas militar de Turquía. Assad, también está ocupado con el enfrentamiento entre Ankara y los kurdos ante la retirada de las tropas estadounidenses, y con los bolsones de los jihadistas del Estado Islámico en las márgenes del río Éufrates. Después de casi ocho años de guerra civil, no es probable que Assad esté buscando un conflicto armado con Israel.
Israel espera que sus intermitentes bombardeos aéreos y la presión económica que padece Irán a raíz del restablecimiento de las sanciones económicas de EE.UU. hagan reflexionar a Teherán y le quiten el hambre de afianzarse militarmente en Siria. ¿En qué medida el conflicto puede escaparse de las manos de los actores y convertirse en una escalada? Eso está por verse.