El primer ministro, Biniamín Netanyahu, fue citado ayer diciendo que el nombramiento de David Amsalem como presidente de coalición (para sucederlo a David Bitan que renunció por investigaciones policiales en su contra) era una compensación por su lealtad.
Muchos de los principales miembros del Likud que fueron aliados leales de Netanyahu y sus socios durante sus muchos años en la política, y que fueron descuidados, traicionados y arrojados a los perros, arquearon las cejas. ¿Desde cuándo Netanyahu muestra gratitud a sus seguidores?
¿Y por qué Amsalem recibió el premio? Presumiblemente gracias al proyecto de ley de recomendaciones policiales, la iniciativa corrupta para legislar la inmunidad para el primer ministro ante la investigación policial.
En realidad, el nombramiento de Amsalem como el reemplazo de David Bitan es otro eslabón en la cadena de decisiones que prueba que Netanyahu se apoya cada vez más en el amiguismo que en la plataforma partidaria del Likud, convirtiendo su liderazgo interno en una especie de monarquía.
Amsalem tiene un perfil más violento y divisivo que el de David Bitan, que al menos tiene encanto personal, sentido del humor y amabilidad, lo que lo ha convertido en un parlamentario popular entre todas las facciones de la Knéset, sin excepción.
Ningún legislador, incluso entre los puristas de Meretz, pidió la renuncia de Bitan a su puesto como presidente de la coalición debido a las severas acusaciones en su contra.
Amsalem no tiene ninguna de esas cualidades. Su conducta hasta el momento, especialmente en el Comité del Interior de la Knéset, que preside, le ha hecho muchos enemigos. Incluso sus colegas están hartos de su estilo. Él provoca miedo y antagonismo. Muchos coinciden en que su selección para el papel más importante en la Knéset es imprudente, más teniendo otras opciones, y comparan a Netanyahu como un entrenador de fútbol que trata de ganar el campeonato no con los mejores jugadores, sino con el fanático más fanático que grita y maldice más fuerte.