El peso de la victoria de 1967

12 abril, 2017
Patrulla Shaked en la Guerra de los Seis Días Foto: Rafi Rogel Wikipedia

Prof. Efraim Inbar

En junio de 1967, el Ejército de Defensa de Israel (Tzáhal) se trabó solo en una guerra con Egipto, Jordania y Siria. Logró una sorprendente victoria en tan solo seis días. La habilidad militar demostrada por los israelíes fue notable: tanto es así que las batallas de la Guerra de los Seis Días se siguen estudiando en los colegios militares de todo el mundo.

El logro militar de Israel tuvo otro efecto extremadamente importante. Ha sido un largo camino convencer al mundo árabe de que Israel no puede ser fácilmente destruido por la fuerza militar; Israel es un hecho que los árabes deben aprender a vivir con él. De hecho, diez años más tarde -después de que Egipto perdió otra guerra con Israel, esta vez en 1973- su presidente, Anwar Sadat, vino a Jerusalén (en noviembre de 1977) para ofrecer la paz.

La victoria rápida y decisiva de 1967 se convirtió en la norma a la que el Ejército de Defensa de Israel (Tzáhal) aspira –y en el tipo de victoria que la sociedad israelí espera en futuros combates-. Esto es problemático, teniendo en cuenta que las maneras de los oponentes de Israel han cambiado al igual que los medios que ahora despliegan.

La expectativa poco realista de que las victorias en la escala de 1967 deben ser el resultado final de cualquier combate militar obstaculiza el pensamiento claro e impide la adopción de estrategias y tácticas adecuadas. Es más, fomenta, lo que es a menudo, la esperanza imposible de un rápido fin al conflicto. En ausencia de un resultado claro y rápido, los israelíes pierden la confianza en la dirigencia política, así como en la cúpula militar.

Los israelíes, muchos de los cuales tienen una limitada experiencia militar, aún esperan victorias decisivas en las arenas de Gaza y el sur de Líbano. Las guerras en las que el Ejército de Defensa de Israel ha participado hasta ahora en el Siglo XXI, y que parecieron terminar de forma inconclusa, dejó a muchos israelíes con una sensación de desazón. Ellos extrañan las fotografías de la victoria de la guerra de 1967.

Moshe Dayan, Yitzhak Rabin, Rehavam Zeevi y Narkis en la Ciudad Vieja de Jerusalén Foto: GPO
Moshe Dayan, Yitzhak Rabin, Rehavam Zeevi y Narkis en la Ciudad Vieja de Jerusalén Foto: GPO

Las consignas de la derecha israelí, como «Dejen al Ejército de Defensa de Israel vencer», reflejan esta frustración. Del mismo modo, la izquierda afirma que Judea y Samaria pueden ser cedidas de forma segura a un Estado palestino porque estos territorios pueden ser reconquistados, como lo fueron en 1967, si se convierten en una base de actores hostiles. Los llamados a la destrucción de Hamas también dan testimonio de una falta de comprensión de los límites del poder militar.

Pero la guerra convencional de gran escala, en la que el Ejército de Defensa de Israel enfrenta a grandes formaciones blindadas y cientos de aviones de combate como lo hizo en 1967, es menos probable hoy en día. La Guerra del Líbano de 1982 fue la última en mostrar este tipo de encuentros. Desde 1982, apenas si Israel ha luchado contra algún estado en una guerra convencional.

En gran medida, la dimensión estatal en el conflicto árabe-israelí ha desaparecido de por sí. Egipto y Jordania están en paz con Israel. Siria e Irak están hechos trizas por el conflicto interno y difícilmente estén en condiciones de desafiar militarmente a Israel. Muchos otros países árabes, como los estados del Golfo y el Magreb, han alcanzado una paz de facto con Israel, una tendencia fortalecida por la amenaza común iraní.

Durante las últimas tres décadas, Israel ha sido cuestionado principalmente por actores subestatales, como Hamas (una milicia sunita) y Hezbollah (una milicia chií). Dichas organizaciones tienen un cálculo estratégico diferente al de los estados. A causa de su celo religioso-ideológico, son más difíciles de disuadir que los estados, y su curva de aprendizaje es mucho más lento.

Le llevó a Egipto tres derrotas militares (1948, 1956 y 1973) y una guerra de desgaste (1968-1970) en un lapso de 25 años para abandonar el objetivo de destruir Israel. En cambio, Hezbollah ha estado luchando contra Israel por un período más largo y sigue tan dedicada como siempre a su objetivo de eliminar al Estado judío. El alto precio infligido a Gaza desde 2007 por el ejército israelí no ha cambiado el cálculo estratégico de la dirigencia de Hamás, que aún aspira a lograr la desaparición de Israel.

Hamas y Hezbollah no poseen arsenales de tanques y cazas aéreos, lo que sería un blanco fácil para Israel. La estructura descentralizada de sus organizaciones militares no presenta puntos de gravedad que se puedan eliminar mediante una acción rápida y decisiva. Más aún, el uso de la población civil para proteger a los lanzadores de misiles y a las unidades militares -un crimen de guerra- hace engorroso y difícil el avance del Ejército de Defensa de Israel debido al lento movimiento de las tropas en las zonas urbanas y la necesidad de reducir los daños colaterales entre la población civil. La urbanización entre los vecinos de Israel ha reducido en gran medida las áreas vacías que podrían haber sido utilizadas para las maniobras y los movimientos envolventes. El uso de túneles por parte de los enemigos de Israel, ya sea en Gaza o en el sur del Líbano, es otro elemento nuevo que frena los avances.

Es ingenuo creer que el Ejército de Defensa de Israel pueda o deba ganar rápidamente y decisivamente cada vez que tiene que hacer una demostración de fuerza. Yitzhak Rabin advirtió varias veces durante su larga carrera contra la expectativa de una victoria de «una vez y para siempre». La derrota de nuevos oponentes de Israel requiere una estrategia diferente: el desgaste.

Israel está metido en una larga guerra de desgaste contra enemigos por motivados por impulsos religiosos que creen que tanto Dios como la historia están de su lado. Todo lo que el Ejército de Defensa de Israel puede hacer ocasionalmente es debilitar su capacidad de dañar a Israel y crear una disuasión temporal. En el lenguaje israelí, esto se llama «cortar el césped» -una buena metáfora, ya que el problema siempre vuelve a crecer-.

El uso paciente y repetitivo de la fuerza no es atractivo, pero con el tiempo resolverá el problema. Por desgracia, muchos israelíes no entienden las circunstancias particulares de la gran victoria de 1967. Han perdido la paciencia y no se dan cuenta que el tiempo, de hecho, está del lado de Israel.

Fuente: BESA Centro Begin-Sadat de Estudios Estratégicos

 

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