El nacimiento de la barbarie

4 julio, 2018

Dra. Bejla Rubin 

El totalitarismo fascista fue percibido por importantes sectores sociales como resguardo frente al peligro rojo. Hitler y Mussolini supieron aprovechar ese miedo, y que nadie quería siquiera imaginar la posibilidad de una Segunda Guerra Mundial. (Carlos De Nápoli)

Cuáles fueron los factores que empujaron a la Segunda Guerra Mundial?

Aquí haremos un intento de explicación.

Alemania queda reducida en sus territorios debido al Tratado de Versalles, y asesorado Hitler por el geopolitico Kart Haushofer, que es el que acuña el concepto de Lebensraum, le da letra al Führer a que ponga en funcionamiento una política expansiva vía la apropiación territorial como lo fuera el Anschluss de Austria el 12 de marzo y la apropiación de los Sudetes, ambos en 1938.

El 29 de septiembre de 1938 Édouard Dadier por Francia, Benito Mussolini por Italia, Neville Chamberlein por el Reino Unido y Von Ribbentrop por Alemania firmaron el Pacto de Munich por el cual los nazis, consiguieron por extorsión, un acuerdo para invadir el sector de habla alemana de Checoslovaquia conocido como los Sudetes. Fue un acto indigno por el cual el Reino Unido convalidaba lo conversado por Winston Churcill con Ribbentrop un año antes.

Pensaron que con ese pacto vil acallarían las ansias de invasión y guerra del Führer, hecho que no fue así y que sorprendió a los arriba firmantes cuando un año después se produce la Blitzkrieg sobre Polonia, el 1 de septiembre de 1939.

Un mes antes, el 23 de agosto fue firmado en Moscú el pacto Molotov-Ribbentrop, pacto de no agresión germano-soviético, hechos mentirosos dado que ambos países necesitaban tiempo para su rearme. Debido a ello, el 14 de mayo de 1939 Alemania ocupa el resto de Checoslovaquia por su importante producción de armamentos, pero sobre todo como punto de partida para la futura invasión a la Unión Soviética.

En palabras de Hitler: “de aquí que ningún pueblo sano y fuerte vea nada de pecaminoso en la adquisición territorial, sino algo completamente de acuerdo con la naturaleza”. Rompe con el concepto de Nación y frontera, piensa que dada la superioridad racial aria, ésta puede apropiarse “de cualquier lugar de la tierra que haya sido fijada como residencia de un pueblo para siempre”.

Con estas palabras vemos surgir el huevo de la serpiente, el incipiente dogmatismo totalitario, no sólo territorial, ideológico, sino racial, hay una sola raza a defender, la aria teutona, el resto serán bacilos e insectos a desechar y experimentar cual cobayos de laboratorio. No le interesa alimentar a débiles, viejos y enfermos, él apela a una raza superior, esa que habrá de vivir en una Germania de los 1000 años, de allí que a los primeros en aniquilar con gas son los propios alemanes, débiles mentales, deformados y con enfermedades hereditarias. Ya en 1928 lo pone por escrito cuando refiere:” todos los débiles son barridos y sólo quedan vivos los más sanos, se produce una especie de selección natural”, y si no es natural él se encargará de su aniquilación. Y es categórico cuando redobla su apuesta al decir “de aquí que el humanitarismo sea sólo la sirvienta de su debilidad, al mismo tiempo que el destructor más cruel de su propia existencia”.

Si bien sus palabras son preocupantes, donde hace un derroche de maldades, sin embargo, más nos concierne cuando éstas hacen de lema y de orientación de la vida de sus fanáticos seguidores, tanto de esos nazis del pasado como de los nuevos resurgidos en la actualidad.

El argumento ideológico político de un Hitler nazi era tomarse nuevamente del viejo y gastado chivo expiatorio, o sea, del judío, ahora nominado bolchevismo judío-marxista, que quiere gobernar Europa y el mundo por el vil dinero. Hoy en día el nuevo argumento antisemita disfrazado es cuando se piensa al Estado de Israel y su obrar contra el pueblo palestino, ese pobrecito que sólo se defiende con piedras y no, que arroja misiles contra niños en las guarderías judías, como los nuevos nazis de la humanidad.

Con la excusa de que Alemania buscó ampliar su Lebensraum, da permiso a Hitler de invadir el Este, bombardeando Polonia, pero lo que en verdad tramaba con anuencia de Winston Churchill, es apropiarse del petróleo del Cáucaso, de ahí que Churchill aprueba el rearme alemán y la aniquilación de los bolches que él tanto odia, como así mismo a los judíos. Antes de declararse la guerra, cosa que toma desprevenido a Churchill, éste va a decir del Führer: “Hitler es una de las grandes figuras políticas del siglo”, de la misma manera que aparece la foto de éste en la portada del Times. Negocios son negocios, y de la explotación humana con mano de obra esclava y las cámaras de gas, de eso no se habla.

Y como lema princeps Hitler justifica el por qué de la guerra diciendo: “la judería mundial internacional fue el poder que instigó esa enorme propaganda bélica, y que la judería forma un pueblo con un tuétano racial que no es completamente unitario. La judería es un sistema gubernamental, y no una comunidad religiosa”.

Palabras de un necio pero que denotan un profundo odio racial, milenario, visceral, pero que no cayeron en saco roto sino que se hicieron eco en Europa dado que ellas representaban al antisemita agazapado y que con ese permiso de segregación se llegó a la aniquilación, dejando escapar a la serpiente y su veneno que cada antisemita lleva dentro, no por fuera de una gran cuota de envidia por la tenacidad de un pueblo que supo sobrevivir tanto a los malvados como al gran Imperio romano, y a pesar de no tener un territorio nacional, diáspora que cumplió 2000 años, diseminado, hablando diferentes lenguas, religiosos o no, no obstante supo sobrevivir a la barbarie antisemita de todos los siglos.

El judío le hizo de síntoma a Hitler, fue la causa de su odio sostenido, no hay párrafo en sus escritos y sus dichos que no aparezca la palabra judío de una manera injuriante, los nomina parásitos de las naciones, dueños del mundo, sucios, apestosos, etc. Pero lo más concluyente y que es su verdad ominosa es cuando afirma: “si los judíos no hubieran existido, yo los hubiera inventado”. Y así muestra su debilidad, la necesidad de crearse un enemigo íntimo y constante para que le dé la fuerza en su batalla inventada, en su lema ficticio, mentiroso y vil.

Y es así como en 1923 en su libro Mein Kampf reafirma: “gradualmente comencé a odiarlos….Si el judío llegase a conquistar las naciones del mundo, su triunfo, sería entonces la corona fúnebre y la muerte de la Humanidad”.

Ahora bien, vemos que se entabla un pacto con Churchill, racista, antisemita y que odia sobremanera a Rusia, pero que detrás de esa xenofobia lo que ambos caudillos buscan y les interesa es el petróleo del Cáucaso. Ese anhelo llevaría más adelante, en el crudo invierno europeo, a que el 6to ejército nazi avance sobre Stalingrado, a fines del 42 y que sería derrotado a comienzos de 1943. Si bien con esta derrota se podría haber dado fin a esa cruenta guerra, Hitler con sus delirios de grandeza la prolonga dos años más, empujando al pueblo alemán al hambre, destrucción y muerte, siendo que en abril de 1945 Berlín es defendida por niños y ancianos, y que tras el cumpleaños 56 del Führer, simula un suicidio en su bunker para el ejército ruso en franca avanzada, donde la I.G.Farbenindustrie nuevamente vuelve a costear su huida, siendo que anteriormente había solventado su campaña como Canciller en 1933.

¿Cómo se arman las bases para que un pueblo culto y de alta formación técnica adhiera al dogma nazi?

Cuando en 1923 Hitler fracasa en el putsch en Munich contra el régimen imperante es encarcelado 9 meses y lo acompaña en su cautiverio su fiel seguidor Rudolf Hess, el que luego en 1941 haría un vuelo secreto a Escocia para liderar con determinados británicos en contra de los ingleses que no estaban a favor de Hitler y dar por finalizada la guerra con ayuda británica.

Volviendo al año 1923, Hitler escribe en Mein Kampf su legado y dogma antisemita y anti-bolche, que en un comienzo fue tomado a risa, entre ellos por el que sería el futuro Ministro de Propaganda, Dr. Joseph Goebbels.

En 1928 escribe un segundo alegato con teorías racistas, llamado “el libro secreto de Hitler”, que fue hallado por los rusos en el bunker de Berlín. Recién se lo dio a conocer en 1958 y que lleva por título Raza y destino. En ambos libros se va perfilando el dogma y los mandatos de un demagogo totalitario, pero lo que más nos asombra es que sus teorías fueron aceptadas no sólo por un pueblo llano, poco letrado, sino que ha sido uno de los libros dilectos del filósofo alemán Martin Heidegger que compartía gustoso con su esposa Elfride.

Hitler con su retórica exaltada logra convencer a las masas, es más, crea una política de masas emulado hoy en día por los nuevos dictadores como forma de dominar y sojuzgar a los pueblos. Logra que el pueblo lo erija Padre de la Patria y de cada uno de sus habitantes, superando el amor al propio padre biológico, a tal punto que son los propios hijos los que delatan a sus padres si éstos no adherían al partido nazi y a su Führer.

A Hitler no le importa la cultura, es más, la considera un estorbo, pues el hombre culto piensa y no se subsume a sus ideas delirantes y destructivas. Y esto bien lo captó Goebbels con su lema propagandístico al decir. “háblenme de cultura y saco un arma”. Inocula la idea maliciosa de que los arios pertenecen a una raza superior siendo los judíos, gitanos y eslavos inferiores y eso los autorizó a realizar sobre ellos todo tipo de experimentos, donde cabe señalar que en Alemania estaba prohibido hacer experimentos de laboratorio sobre animales. De ahí que para que nadie sienta culpa, los judíos son nominados insectos, ratas y bacilos, debido a ello nadie debía culparse, tanto de su aniquilación como de experimentar sobre ellos. Ese fue el gran argumento encubridor de un lema völkish, populachero, chusma, término acuñado por Hanna Arendt, pero que detrás de toda esa pantalla de humo, ésta guerra fue impulsada por los deseos y las codicias de los grandes emporios, todos socios capitalistas como lo han sido los aceros Krupp, la química I.G Faben, la IBM americana, Benz, Opel, todos buenos hombres de negocios que solventaron la campaña electoral de Hitler a cambio de repartirse el mundo y acceder al oro negro de Rusia.

El psicoanálisis tiene una deuda de investigación y elaboración en cuando a lo que acontece con el sujeto nazi que se autoriza a realizar la mayor de las bajezas humanas, ominosas, sin sentir el menor atisbo de culpa, y esto acontece cuando la pulsión de muerte queda develada y traspasa ese límite prohibido marcado por la ley, por el derecho al goce individual y no colectivizado, y sobremanera cuando no acontece el par crimen-luego-castigo, sino que el crimen es premiado, emulado y empujado a cometer como un bien nacional y patriótico por parte del sujeto nazi.

También la deuda es con los sobrevivientes, de tratar de entender el efecto en sus vidas, ese antes y después del Holocausto, donde debieron de afrontar todo tipo de bajezas ajenas, pero sobre todo soportar las propias en aras de sostener la vida, máximo bien que cada uno tiene y que desde ese lugar todo le fue permitido, pero a la vez acallado, ya sea por vergüenza, de no poder contar fuera del contexto de la guerra lo que acontecía en el hacinamiento de un campo de concentración. Aquí no se juzga, y debemos tener la mente amplia para poder escucharlos, entenderlos, alojarlos con nuestro amor y agradecimiento por haber soportado estoicamente ese horror, pero sobre manera no juzgarlos dado que ninguno de nosotros sabe qué hubiera hecho de haber estado en su lugar.

Y con esta barbarie paradigmática, que rompió con todo lo conocido y que amplió las fronteras de la maldad, nada nos garantiza que éste, el Mal invite a su repetición, pero debido a ello, con cada uno de nuestros escritos hacemos el esfuerzo de enseñanza, de transmisión, y abolir las barreras de la negación, dado que nadie está exento de que la Historia y sus vueltas pueda salpicar a cualquiera. No obstante, nuestro máximo deseo es que sepamos leer los signos, las señales cuando éstas se avecinan, podamos frenarlas y decir a viva voz: Nunca Más, mir seinen do!

 

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