El misterio del «Schindler» sueco se le atraganta al Kremlin

23 septiembre, 2017 ,
Raoul Wallenberg - Foto Wikipedia

Ignacio Ortega

Una de las páginas más negras de la historia soviética, la desaparición en 1945 del «Schindler sueco», Raoul Wallenberg, tras salvar la vida de decenas de miles de judíos en Budapest, sigue sin aclararse por la negativa de Rusia a abrir sus archivos. «La verdad puede ser difícil de asumir, pero un gran país como Rusia, con millones de familias que quieren saber qué pasó con sus seres queridos, debe encontrar el coraje para encarar su propia historia», dijo Marie Dupuy, sobrina del diplomático sueco.
Después de varias décadas de espera, Dupuy consiguió que un tribunal ruso viera el pasado lunes su querella contra el Servicio Federal de Seguridad (FSB, antiguo KGB) por negarse a desclasificar documentos que arrojen luz sobre la suerte de Wallenberg.
El Tribunal de Moscú rechazó ese mismo día la demanda, pero la familia ha abierto una brecha que podría llevar a descifrar un misterio escondido en lo más hondo de las cloacas del KGB y dejar en muy mal lugar al presidente ruso, Vladímir Putin. «Debemos recordar que fue el Gobierno ruso quien dio definitivamente carpetazo al caso en 2001, cuando Putin ya estaba en el poder. Es decir, que las actuales autoridades encubrieron los crímenes soviéticos», comentó el historiador Nikita Petrov, de la organización Memorial. Dupuy explicó que se ha dirigido «en numerosas ocasiones» a Putin para que intercediera en este caso, siempre sin respuesta. «Rusia no quiere que se sepa que fue asesinado, ya que eso desacreditaría al Kremlin a ojos del mundo. Las autoridades soviéticas ordenaron la cremación del cuerpo para borrar todas las pistas», mantuvo Petrov. En su opinión, Wallenberg fue asesinado por orden de Stalin, según se desprende de las memorias recién publicadas de Iván Serov, jefe del KGB entre 1954 y 1958, ya que en la URSS «la mejor forma de solucionar un problema era matarlo». Dupuy no quiere «especular», pero destaca que «está claro que la URSS veía con gran recelo las actividades de rescate (de su tío), al igual que sus contactos con representantes de los servicios de inteligencia occidentales». Por ello, la única forma de saber qué pasó es tener acceso a los diarios de las cárceles moscovitas de Lubianka y Lefórtovo, donde Wallenberg estuvo retenido entre su desaparición en Budapest el 17 de enero de 1945 tras acudir a reunirse con las tropas soviéticas y su muerte de un supuesto ataque al corazón en Moscú el 17 de julio de 1947.

«Necesitamos esos diarios, ya que incluyen registros, interrogatorios e información sobre Wallenberg y las personas que compartieron celda con él», comentó Daria Sujij, abogada de la familia. Con todo, la letrada explicó que en la vista celebrada esta semana el FSB se negó a colaborar con el argumento de que dichos documentos incluyen la identidad de terceras personas, lo que hace imposible su desclasificación. «Arguyen que esa información es secreto familiar y que su libre acceso sería una intromisión en su vida privada.  Que hay que esperar 75 años. Es decir, a partir de 2020 en el caso de los documentos que datan de 1945», precisó Sujij. Tanto los abogados como Petrov opinan que ese argumento es «infundado», ya que el Tribunal Constitucional considera que cuando las personas en cuestión están bajo el control del Estado, como ocurre con los que se hallan en la cárcel, no tienen dimensión privada. Sujij dijo que la negativa del FSB no le tomó por sorpresa, ya que es una tendencia del actual Estado ruso el negarse a desclasificar documentos sobre las represiones soviéticas. Mientras Dupuy es «realista» y Petrov cree que se podría recurrir al Tribunal Europeo de Derechos Humanos, los abogados se proponen apelar el fallo ante la propia Justicia rusa, y porfían que «tarde o temprano se sabrá la verdad». «La vista ha sido un paso adelante. Esperamos lograr algo en vida de su hermana, que ya está muy mayor. Los familiares tienen derecho a saber. Pero nuestros oponentes lo saben y quieren dilatar el proceso», resaltó Sujij.

Wallenberg, nacido en 1912, fue destinado a Budapest durante la Segunda Guerra Mundial y expidió salvoconductos a decenas de miles de judíos, lo que evitó su traslado a los campos de exterminio nazis.
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