El líder druso del Líbano Walid Jumblatt lamenta la muerte de Uri Avnery

Uri Avnery Foto: Uri Avnery Wikimedia Dominio Público

Pablo Sklarevich

Uri Avnery sigue desatando polémica, tanto en vida como después de muerto, y eso se debe en gran medida a que como periodista, escritor y diputado supo desafiar los límites de lo establecido.

Uno de los asombrosos mensajes de elogio proviene del líder druso del Líbano, Walid Jumblatt, que interrumpió la “Fiesta del Sacrificio” (Eid al Adha) para escribir en su cuenta de Twitter un mensaje destacando que “extrañaremos el rostro de un luchador por la paz, Uri Avnery, activista y defensor del principio de dos estados, la importancia de la paz y la lucha contra el extremismo sionista y todas las formas de extremismo”.

Sin embargo, le guste o no a Jumblatt. Avnery nunca dejó de ser sionista o bien nunca dejó de amar a Israel. Despreciaba profundamente la idea de un solo estado o el movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS).

Tampoco renegó verdaderamente de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI). Combatió en las filas de la Brigada Givati, durante la Guerra de Independencia, de 1948, en la que resultó gravemente herido. Y como ex combatiente mantenía un respeto tácito por aquellos militares que sí vieron silbar las balas.

En el país del cedro, el mensaje de Jumblatt causó un gran revuelo porque confiesa que lo conoció por correspondencia “y mantenía con él mucha correspondencia”.  Para los críticos del dirigente druso esto equivale a romper con gran un tabú que en el mundo árabe parece desmoronarse paulatinamente: la “normalización” con Israel.

Avnery veía en el nacionalismo árabe un eventual aliado de Israel y un socio para la paz. Es por eso que en cierto punto la correspondencia con Jumblatt no sorprende.

En este sentido, tampoco sorprende, si se quiere, el tratado de paz de Camp David entre Israel y Egipto, firmado por los líderes nacionalistas Menajem Begin y Anwar Sadat, en 1978. Y siguiendo con esta línea de razonamiento, la estratégica asociación implícita entre el primer ministro, Benjamín Netanyahu, y el presidente egipcio, Abdel Fattah al Sisi.

Probablemente, el auge del islamismo radical en Oriente Medio, y su expresión en la Primavera Árabe, tuvo que mucho que ver con la notable marginación de la figura Avnery, a pesar de su energía y tenacidad.

Avnery fue probablemente lo más cercano a un profeta bíblico. Crítico, hiriente, marginado y despreciado, pero imprescindible para la democracia israelí.

“Era un libre pensador y un gran historiador con una mente muy crítica de los mitos destructivos arraigados basados en falacias históricas, los peores obstáculos para la verdad”, concluye Jumblatt.

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