El gran Boris, un poeta perseguido

Boris Pasternak

Segisfredo Infante, Honduras
Dentro del círculo de mis lecturas periféricas han entrado unos breves apuntes de Irina Astrau, sobre los últimos días del poeta, novelista y traductor judeo-ruso Boris Pasternak, al que siempre me he referido con admiración y respeto. Me parece haber publicado cuando menos un artículo sobre el poemario titulado “El año 1905”, en conexión con otras obras de Boris Pasternak, como el “Doctor Zhivago” y algo de su poema “Lara”. Decía Matías Funes h. (QEPD) que le gustaban mis artículos cuando abordaba el tema de los poetas rusos; sobre todo cuando destacaba que tales poetas siempre habían exhibido la paradoja de haber sido mimados por las autoridades rusas (incluyendo las soviéticas) y al mismo tiempo despreciados o perseguidos por sus posibles adversarios ideológicos. Era usual (ignoro en la actualidad) que a los poetas y escritores soviéticos se les tratara con dulzona deferencia, adjudicándoles una casa para ellos y sus parientes, y un sueldo indispensable para que se dedicaran solamente a escribir. Pero cuando sospechaban que algunos de aquellos autores se salían del “realismo proletario”, o de los cánones dictados por las autoridades partidarias y gubernamentales “comunistas”, entonces eran marginados; perseguidos; enviados a los campos de concentración; o simplemente asesinados. Tal como les ocurrió a varios poetas rusos, cuyos nombres han quedado temporalmente en el olvido. No así en los anales biográficos del “leninista” Vladímir Mayakovski; del “interiorista” Boris Pasternak; y del apasionado y contradictorio Sergio Esenin; para sólo traer a colación tres nombres.
21segisEl caso del moscovita Boris Pasternak (1890-1960), es un caso especial. Varios autores lo clasificaron dentro del movimiento “futurista” ruso, con quien le ligaban algunos lazos de amistad y de afinidad intelectual. Otros lo consideraron una variación de autor “expresionista”. Pero, como siempre resulta en estos temas, deviene difícil encasillar a los hombres realmente talentosos; o a los verdaderos “genios”. Cuando los escritores futuristas aceptaron los dictados del Partido Comunista Soviético, entonces Boris Pasternak comenzó a distanciarse de ellos, bajo la sospecha permanente de haberse convertido en un peligroso “disidente”, hasta que al final lo aislaron, acosaron y amenazaron, incluso con quitarle la casa y expatriarlo, de tal modo que se presume que le provocaron una muerte prematura en 1960, por haber sido galardonado con el Premio Nobel de Literatura en octubre de 1958, a causa de la publicación, en lengua italiana, de la novela “Doctor Zhivago”.
Lo más curioso del asunto es que el poeta y dramaturgo Mayakovski, considerado uno de los jefes del futurismo ruso, terminó suicidándose en el año 1930, por causas y motivos que se le han adjudicado a las fuertes presiones ideológicas del grupo estalinista, que para aquel entonces ya controlaba los principales resortes del poder. En este mismo contexto histórico se podría abordar el tema relacionado con la vida, obra y muerte del gran poeta lírico Sergio Esenin (o Serguéi Yesenin) (1895-1925), quien también termina bajo la sombra del suicidio, en una fecha muy temprana de la revolución rusa y de la suya propia, por aquello que su obra había sido prohibida de leer y publicar. Hoy en día, después de la Perestroika, se leen y discuten estos poetas sin ninguna complicación abierta. Pero lo más interesante y curioso de todo ello, es que las tremendas dificultades y tragedias de aquellos solitarios poetas, dramaturgos y novelistas rusos, fueron ignoradas, o silenciadas, por los intelectuales y escritores del “Mundo Occidental” que pugnaban, o fingían pugnar, por los derechos humanos y la “libertad”, pero que en el fondo estaban subyugados al estalinismo y adscritos a las mal llamada “literatura comprometida”. (¿Comprometida con quién?).
La novela del “Doctor Zhivago” es en el fondo una novela autobiográfica que describe con otro tipo de realismo la situación de los escritores “intimistas” o “interioristas” que se salían de los cánones del “realismo socialista”. Y que por consiguiente se miraban en la penosa circunstancia, nada fácil, de sobrevivir a la corriente predominante y todopoderosa de su época. Estos poetas “realistas” e “interioristas” como Boris Pasternak, corrían el riesgo que sus nombres y sus quehaceres intelectuales fueran borrados para siempre de los anales de la literatura rusa, aun cuando amaran fervorosamente a su propio país. Tal como habían sido borrados los nombres del histórico Akhenatón y del legendario Moisés, de las listas principescas, y de la realeza, del Antiguo Egipto. Pero el patriotismo de Pasternak era tan sincero que habló con Nikita Kruschev para evitar ser expulsado de la Unión Soviética, a cambio de un tremendo y doloroso silencio temporal.

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