Durante estos últimos ocho años, toda la política del primer ministro, Biniamín Netanyahu, había sido de patear la pelota al córner, sacarla afuera, y “hacer tiempo”, si se uno toma prestado el lenguaje del fútbol como metáfora. Ya sea porque no quería un arreglo, porque el caos en la región no lo permite, por el auge del islamismo, o por las negativas de los líderes palestinos para alcanzar un compromiso aceptable.
Pero el presidente palestino, Mahmud Abbás, tuvo todo el tiempo el comodín, y esa carta era el presidente norteamericano, Barack Obama, que en el minuto noventa, antes de que finalice su mandato, la metió.
La resolución en el Consejo de Seguridad de la ONU fue como el título del libro del escritor colombiano Gabriel García Márquez, una “muerte anunciada”. No sorprendió a nadie.
Lo sorprendente fue la irresponsable actitud del primer ministro que sabiendo lo que se venía optó por dejar la valla sin defensores y darle a Obama un pase a la olla. La infeliz saga alrededor del “outpost” o asentamiento ilegal de Amona y la “Ley de Regulación”, apoyada neciamente por Netanyahu, para legalizar retroactivamente, los asentamientos construidos en terrenos privados palestinos era todo lo que el presidente norteamericano precisaba para adornar el remate. Lo expresó claramente su representante en la ONU, Samantha Power, al justificar la abstención.
Obama facilitó la firma del acuerdo de armas de 38 mil millones de dólares, que es básicamente la prolongación del Memorando de Entendimiento de la década anterior más la institucionalización de la ayuda extra que otorgaba el Congreso para el sistema antimisiles. Con un granito de mentalidad conspirativa se podría pensar que tal vez lo hizo pensando que eso le permitiría promover una medida contra Israel sin ser acusado de antisemita o anti-israelí.
Ahora, Netanyahu está histérico dando patadas al aire. Tratando de tapar su fracaso diplomático con medidas de boicot cuya efectividad es cuestionable; y aterrado por la idea de que el presidente norteamericano prepara un segundo “golpe”.
Pablo Sklarevich. ■
El golpe
Subscribirse
Login
5 Comentarios