El golem revive en el Museo Judío de Berlín

22 septiembre, 2016
Crisálidas de Jorge Gil Foto Yves Sucksdorff Museo Judío de Berlín

El golem, uno de los mitos más célebres de la mística judía que ha inspirado a artistas y escritores de varias épocas, revive en una exposición del Museo Judío de Berlín que repasa su historia, desde sus orígenes bíblicos hasta los mundos virtuales de hoy, pasando por las películas de Paul Wegener.

Según dijo el director del Museo Judío, Peter Schäfer durante la presentación, el mito aparece sólo una vez en la Biblia, cuando Adán le dice a Dios que él ha reconocido su «golem» en la entraña de la tierra.

Con el tiempo, en la mística judía surgió la idea de que si el hombre lograba encontrar la palabra que había pronunciado Dios para crear a Adán también podría crear vida a partir del barro.

El artista californiano Joshua Abarbanel, en una escultura que está en la exposición, hizo un muñeco enorme a partir de letras hebreas. El muñeco, tirado en el suelo, tiene colgada del cuello la letra aleph (la primera del alfabeto hebreo), que es la que borró Dios de la frente de Adán para darle muerte.

El Talmud recoge el tema con ironía crítica y dice que el intento de igualar a Dios por parte de los hombres es un acto de soberbia y cuenta la historia de dos rabinos que al tratar de crear un «golem» crearon un ternero, que finalmente se comieron.

En la Edad Media empiezan a surgir historias de intentos por crear un golem como ejercicio espiritual. Una vez creado se le daba marcha atrás al proceso y el golem volvía al barro de donde había salido.

Más tarde empezaron a surgir historias en las que al golem se le dejaba con vida lo que a veces se contaba como algo esperanzador y a veces como algo amenazante. El golem podía volverse contra su creador.

La leyenda atribuye al rabino Juda (Yehuda) Löw, o Judá León como se le llama en español, la creación de uno o varios golems en el siglo XVI lo que ha sido recogido por el escritor argentino Jorge Luis Borges en un poema.

En el siglo XIX, en un artículo publicado en 1808, Jakob Grimm contó la historia del golem lo que suscitó un gran interés por parte de los románticos alemanes

A partir de ese momento el mito desbordó el ámbito del judaísmo e invadió toda la cultura occidental. En 1915 se publica la novela «El golem» de Gustav Meyrink y Paul Wegener hace la primera de una serie de películas sobre el tema.

El artista español Jorge Gil tuvo su primer contacto con el tema del golem justamente a partir de una de las películas de Wegener, probablemente la última realizada en 1920, que vio en televisión cuando tenía unos ocho años.

Tiempo después, cuando trabajaba sobre el tema de los muñecos como objetos artísticos en 2009 en Salamanca, llegó a la conclusión de que el tema llevaba irremediablemente al golem, que oscila permanentemente entre la vida y la muerte o, como él dice, que vive en el limbo que existe «entre el barro y la vida».

«Crisálidas» es el título de la obra que Gil tiene en la exposición de Berlín que muestra unas figuras colgadas con la cabeza hacia abajo. El cuerpo tiene la forma de crisálidas, parte clave en la metamorfosis de la mariposa, y las cabezas son máscaras funerarias que el mismo hizo en la morgue.

Gil, por lo demás, cree que el tema del golem llegó también hasta Mary Shelley para la creación del mito de Frankenstein.

«Todos los artistas son creadores de golems», sostiene el estadounidense Tobi Kahn en una frase citada en el catálogo.

Sin embargo, en la exposición no sólo se muestra la relación del arte con el tema del golem sino que abarca también temas relacionados con la ciencia, desde la clonación hasta la inteligencia artificial y la robótica.

Allí, se revive el carácter ambivalente del golem, como bendición y amenaza al mismo tiempo. «El golem es siempre actual», dijo la curadora de la exposición, Martina Lüdicke, quien recalcó que «en el está la dialéctica del bien y del mal, de lo benéfico y lo amenazante».

Los artistas, según Lüdicke, suelen ser conscientes de esa ambivalencia y de esa dialéctica, lo que, agregó, se le suele escapar a los políticos que no ven con frecuencia que todo lo que emprenden también tiene su lado peligroso.

En una de las esculturas de la exposición, de Leonora Carrington, el rabino Judá Leon se da un baño, probablemente para limpiarse del barro que se le pegó al cuerpo mientras creaba el golem. EFE

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