Pablo Sklarevich
El cerco naval, terrestre y aéreo a Qatar, indica que no se trata simplemente de un castigo diplomático. Los vecinos de Qatar se habrían hartado del subversivo emirato y parecen estar dispuestos a desalojar al jeque Tamim al bin Hamad Thani de su opulento palacete en Doha.
De acuerdo con Smadar Perry, del diario Yediot Ajronot la gota de agua que derramó el vaso tiene que ver con la filtración de una información secreta. Alguien se tomó el trabajo de mostrarle al rey saudita, al presidente egipcio y a los líderes de los Emiratos Árabes fotografías de las valijas llenas de dinero en efectivo que hicieron el serpenteante camino hasta Sudán y Libia para promover el reclutamiento de terroristas islámicos en la península del Sinaí, con el objetivo de combatir al gobierno egipcio. También acusan a Qatar de estar detrás de los intentos de derrocar al rey de Bahréin.
Lo cierto es que hasta ahora Qatar ha querido jugar todos los partidos y apostar a casi todos los caballos. Alberga la base aérea de Al Udeid, que es un centro principal de las operaciones estadounidenses y británicas en el Golfo. Al mismo tiempo, comparte el desarrollo de enormes yacimientos de gas junto con Irán, con quien mantiene relaciones cercanas.
Los fuertes lazos de Qatar con los Hermanos Musulmanes y su filial palestina Hamás, son bien conocidos.
El enviado del emir, Mohamed al Amadi, que se encarga de transferir los fondos para la “reconstrucción de Gaza”, ha servido de hecho como un canal de comunicación entre Hamás e Israel, que revisa de cerca el destino de ese dinero.
Tampoco se puede soslayar el hecho de que la crisis en el Golfo se produce pocos días después de la danza de las espadas, en Arabia Saudita, del presidente Donald Trump, quien proclamó la intención de establecer un bloque con los líderes sunitas para detener los avances de Irán en la región y del extremismo islámico.