El creciente aislamiento de Qatar en el mundo árabe

Donald y Melania Trump junto al rey Salman bin Abdulaziz Al Saud y el presidente de Egipto Abdel Fattha al Sisi Foto: Casa Blanca Shealah Craighead

Jonathan Spyer

Una alianza de estados árabes sunitas pro-estadounidense está emergiendo.

La decisión de Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos (EAU), Bahréin, Egipto y Yemen de cortar las relaciones diplomáticas con Qatar es la última movida en el resurgimiento de un bloque claramente definido de estados árabes sunitas, liderado por Estados Unidos. La tarea de esta alianza es hacer retroceder la influencia y el avance de Irán en la región, y luchar contra las fuerzas del Islam político sunita.

Poco destacado por los medios de comunicación occidentales, esta alianza sunita conservadora contra Irán y el islamismo sunita ha estado en construcción desde hace algún tiempo.

Arabia Saudita y EAU fueron los primeros en reconocer al nuevo régimen del general Abdel Fattah al Sisi tras el golpe de Estado del 3 de julio de 2013. El apoyo financiero de ambos países ha sido crucial para evitar el desastre económico en Egipto.

Los sauditas y emiratíes han sido la fuerza motriz detrás de las intervenciones en Bahréin en 2011 y Yemen en 2015. En ambos casos, la intención era prevenir el avance de los intereses iraníes.

Tanto Arabia Saudita como los Emiratos Árabes Unidos mantuvieron altos niveles de gasto militar durante la última década; a pesar de los bajos precios del petróleo. Los dos países han invertido sabiamente en el poder aéreo y las fuerzas de operaciones especiales -las áreas más relevantes para el tipo de guerras que se libran en la actualidad en el Oriente Medio-.

Los resultados han sido visibles a lo largo de los dos últimos años.

La intervención para prevenir el avance de la milicia Ansar Allah apoyada por Irán hacia el Estrecho de Bab el Mandeb, de crucial importancia estratégica, fue la primera ‘excursión’ real de un poder militar árabe del Golfo Pérsico (La Operación Escudo de la Península, en Bahréin, en 2011, fue más bien una acción policial contra la agitación popular).

Avión F-16 de EAU despega para atacar blancos hutíes en Yemen Foto: Wikimedia
Avión F-16 de EAU despega para atacar blancos hutíes en Yemen Foto: Wikimedia

Los resultados en Yemen han sido ambivalentes, pero de ninguna manera constituyen el desastre tal como ha sido presentada la intervención en algunos sectores. Los hutíes mantienen el control de Sana, la capital yemení. Sin embargo, se evitó el escenario de pesadilla en el que una fuerza apoyada por Irán adquiriese el control del angosto estrecho de Bab el Mandeb, a través del cual pasa todo el transporte marítimo entre el Golfo de Adén y el Mar Rojo. Las fuerzas de operaciones especiales sauditas y emiratíes desempeñaron un papel clave en el combate.

En Libia, el poder aéreo emiratí, empleado en apoyo del Ejército Nacional Libio del general Khalifa Haftar, ha jugado una parte importante en la lucha de Haftar contra los militantes islamistas. Los emiratíes construyeron una base aérea de avanzada, al Khadim, en la provincia de Marj 100 km de Bengasi. Aviones ligeros de contrainsurgencia AT-802 y helicópteros Blackhawk UH-60 operan desde la base, de acuerdo con las imágenes de satélite publicadas por IHS Jane’s.

Sin embargo, la elección de Donald Trump parece haber aumentado considerablemente el alcance y la ambición de los países árabes pro-estadounidenses del Golfo. Está claro que ellos identifican en Trump, y en las figuras claves que le rodean, un punto de vista regional similar al suyo propio. Esto plantea la posibilidad de una estrategia más firme y claramente definida en relación tanto a Irán como a sus adversarios islamistas sunitas.

En la reunión de Riad, el 21 de mayo, 55 países de mayoría musulmana firmaron una declaración comprometiéndose a establecer una ‘fuerza de reserva de 34.000 efectivos para apoyar las operaciones contra las organizaciones terroristas en Irak y Siria cuando sea necesario».

De acuerdo con el comunicado final de la cumbre, los líderes presentes “confirmaron su absoluto rechazo a las prácticas del régimen iraní diseñadas para desestabilizar la seguridad y la estabilidad de la región y del mundo en general y por su continuo apoyo al terrorismo y el extremismo» y acusaron a Teherán de mantener un «peligroso programa de misiles balísticos» y de «interferencia continua en los asuntos internos de otros países». La tercera parte del documento está dedicado a criticar las actividades regionales iraníes.

La firma de la ‘Declaración de Riad’ tuvo lugar tras la visita de Donald Trump a la capital saudita. Durante su intervención en la cumbre, Trump acusó a Irán de »difundir de la destrucción y el caos en toda la región».

Las declaraciones de los países del Golfo no siempre han sido seguidas por una acción concertada en el terreno, por supuesto. Pero con el actual enfrentamiento emergente entre las fuerzas pro-occidentales y pro-iraníes en el este de Siria, y la creciente pérdida del territorio por parte del Estado Islámico en aquella área, no es difícil pensar en el tipo de roles que jugará una sostenida fuerza de ‘contra-terrorismo’ del Golfo Árabe, por ejemplo, en la retención y administración de las áreas sunitas en cooperación con las fuerzas locales.

Una asunción adicional no manifiesta detrás de la aparición de este bloque es qué las energías de los levantamientos árabes que comenzaron a finales de 2010 se han agotado en gran medida. Un bloque liderado por Arabia Saudita, EAU y Sisi de Egipto no tratará de movilizar las energías revolucionarias de las poblaciones. Más bien, al igual que la coalición encabezada por los iraníes, esta alianza será un asunto de arriba hacia abajo, incluyendo fuerzas militares regulares y semi-regulares cuidadosamente comandadas y controladas desde arriba.

En este sentido, es interesante observar, que la principal ‘víctima’ del surgimiento de esta alianza es Qatar, país que por encima de todos los demás trató de avivar las llamas de los levantamientos. Qatar, a través de su apoyo a los movimientos asociados a los Hermanos Musulmanes y a través de su enormemente influyente canal satelital Al Jazeera, trató de convertir la energía de las masas árabes sunitas en Siria, Egipto y los territorios palestinos en poder político e influencia de por sí (mientras que, por supuesto, suprimía con dureza cualquier intento de reclamo de derechos por parte de su propia población no ciudadana). Este proyecto ha fracasado.

Por un momento, un gran bloque sunita islamista basado en el dinero de Qatar y el poder de los Hermanos Musulmanes parecía estar surgiendo. Los partidos asociados a los Hermanos Musulmanes controlaban El Cairo, Ankara, Túnez y Gaza. Movimientos similares parecían plausiblemente alcanzar Damasco. Pero este bloque murió al nacer y ahora queda poco de él.

La hora de la venganza de los vecinos de Doha en el Golfo ha llegado. El asilamiento de la pequeña Qatar, sin embargo, es en última instancia, sólo un detalle en un cuadro más grande. Lo más significativo es el resurgimiento de una alianza manifiesta de los países árabes sunitas bajo el liderazgo de Estados Unidos, tras el desarrollo de capacidades militares en las áreas pertinentes, y con la intención declarada de desafiar el avance regional de Irán y al Islam político sunita. Queda por ver si este bloque será capaz de alcanzar sus objetivos declarados. Pero las líneas de enfrentamiento entre los dos bloques de poder centrales de la región están ahora más claramente dibujadas que en cualquier otro momento de los últimos años.

Fuente: Jpost.com

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