El caso Kóraj. Reflexión.

9 julio, 2024
Foto: Pixabay

“Y tomó Kóraj, hijo de Isar, hijo de Keat, hijo de Levi; y Datán y Abiram, hijos de Eliab, y On, hijo de Pélet, hijo de  Reubén, y levantáronse delante de Moshe, y de los varones de los hijos de Israel, doscientos cincuenta mayorales, de la congregación, llamados de plazo, varones de fama.”

Libro de Números 38 versículos 1-2

Dinero y poder.

Kóraj era un hombre rico, pero esto no le era suficiente. Y no solo le pasó a él, ya que la envidia y la ambición y la insatisfacción humana pueden jugarnos una mala pasada.

No cabe duda que la Torá es enseñanza, pero no es solo un simple relato o como otros relatos y fábulas conocidas.

La Torá tiene mensajes revelados y otros ocultos, que a su vez son el ropaje de otros mensajes y secretos no revelados para la mayoría de los mortales.

Relato en singular y plural.

Es otra de las características del relato bíblico. El target o blanco de la enseñanza alcanza a cada individuo en particular, pero al mismo tiempo engloba al colectivo en forma grupal.

Dos caras que encastran a la perfección. O dos caras de la misma moneda.

Según he leído en este último Shabat, los rabinos explican que, todo judío enfrenta dos desafíos u oponentes y son: 1_ la levadura de la masa y 2_ la opresión o influencia de las naciones hacia el pueblo hebreo.

Dos fenomenales contrincantes, donde el primero es el de mayor envergadura, ya que la levadura alude al ego o al orgullo, y lógicamente fue implantado en cada persona y persona.

El Yetzer hará.

O el mal instinto, ya que se trata de infatigable argumentador, y también un hábil distorsionador, actúa en la intimidad de nuestra psiquis, modulando nuestros pensamientos e inductor de conductas muchas veces impulsivas, que resisten una fría y desapasionada reflexión.

Seguramente, logra movilizar primero nuestras emociones más primitivas, y sus efectos son en la mayoría de las veces devastadores.

Buscar el equilibrio. Final

No cabe duda que debemos aprender de nuestro prójimo. Cada persona tiene algo que nos puede enseñar. Y querer emular (imitar) lo bueno, y copiar lo que es potable del otro no es malo.

De hecho, ciertas dosis de buena ambición y angustia (tiempo que media entre la necesidad y su satisfacción) es necesaria para que todo ser humano se vea impelido a movilizarse, a esforzarse y a trabajar en sí mismo y cambiar o mejorar. Evolucionar o superarse en lo espiritual y en cierta medida también en lo material. 

Pero esta última reflexión solo ayuda en su justa medida. Y además debe darse en una mente que sea diáfana o que tenga mucha luz y claridad.

Es decir, tener siempre presente la máxima escrita en el Tratado de Padres (Pirkei Avot): “¿Quién es dichoso?, aquel que está contento (conforme y agradece) con lo que tiene”.

Y esta última máxima de la Mishná o Ley Oral, sienta una base o punto de partida.

Desde esa estación podemos partir, e intentar avanzar en todos los terrenos, pero debemos saber como maniobrar, ya que hay una entidad superior “El Todopoderoso” que conoce todos los secretos y las conveniencias y consecuencias.

De esta forma, podríamos no caer en el error de Kóraj. Ya que el poder no se obtiene arrebatándolo o tomándolo por la fuerza.

Todo puesto o toda condición o cargo, debe ser obtenido por mérito o por adjudicación, sea por nuestros pares o superiores en el mundo terrenal, y /o con la aprobación de Hashem (D’os) desde lo alto.

Igualmente, hay limitaciones, y también aquí debemos aprender a reconocerlas y aceptarlas. Ya sea para un lado o para el otro, el creyente debe convencerse que todo es para su propio bien.

Lo último es no caer en la trampa, dado que que Kóraj desmadró (conducirse sin respeto ni medida, hasta el punto de perder la mesura y la dignidad) por la levadura de la masa, y al final de todo se lo tragó la tierra, a él y a toda su congregación.

¡Shavua Tov!
¡Jodesh Tov!

Dr. Natalio Daitch

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