El asesor de seguridad nacional de Trump calificó al Islam de «cáncer»

19 noviembre, 2016
Michael Flynn, en el centro Foto: Gage Skidmore Wikimedia CC BY-SA 2.0

El futuro asesor de seguridad nacional de Donald Trump, el teniente general retirado Michael Flynn, es un militar tan experimentado como controvertido, un feroz crítico de la política exterior de Barack Obama, que ha sido acusado de islamofobia y de defender la tortura a sospechosos de terrorismo.

Flynn, que a lo largo de la campaña fue el principal asesor de Trump en política exterior, se encargará de adentrar en las complejas relaciones de EEUU a un inexperto presidente electo, con el que comparte una visión del mundo poco convencional, obcecada en una única prioridad: la lucha contra el terrorismo «islámico».

«El general Flynn es uno de los expertos más importantes del país en asuntos militares y de inteligencia y será un activo inestimable para mí y mi Administración», dijo Trump.

El nombramiento de Flynn, quien se declaró «profundamente honrado» de aceptar el cargo, no requiere el visto bueno del Congreso, lo que le convierte de inmediato en una de las figuras más poderosas de la próxima Casa Blanca: el principal punto de contacto de Trump con el Departamento de Estado, el Pentágono y la CIA.

Igual que Trump, este ex oficial de inteligencia de 57 años ha sido acusado de coquetear con el presidente ruso, Vladímir Putin, y se ha mostrado abierto a rescatar la tortura por ahogamiento simulado a los sospechosos de terrorismo («waterboarding») porque es partidario de «dejar todas las opciones posibles sobre la mesa».

Como el presidente electo, Flynn percibe un reto singular y existencial para la seguridad de EEUU: el «terrorismo islámico radical», un término que Obama ha evitado usar para referirse a grupos como el Estado Islámico (EI) pero que él pronuncia orgulloso, convencido de que esquivarlo es pura «corrección política».

El futuro guardián de la estrategia global de Trump llegó a afirmar, en un tuit en febrero pasado, que «el miedo a los musulmanes es racional», y que esa fe tiene un «componente enfermo».

«Hay algo que va mal en el mundo musulmán. ¿Por qué tenemos más seguridad en los aeropuertos? No es porque la Iglesia católica se esté desmoronando», afirmó Flynn a The Washington Post.

En un evento para ACT for America en Dallas, Flynn afirmó que el “Islam es una ideología política. Se esconde definitivamente detrás de una religión”, según lo cita el Dallas Morning News.

Flynn comparó el Islam con “un cáncer” e indicó que según los documentos extraídos de las organizaciones terroristas ordena a sus seguidores “meterse en el torrente sanguíneo de la oposición”, lo que según el ex militar significa atacar a los países occidentales, indica el reporte.

La prioridad absoluta que el condecorado militar otorga a la lucha contra el jihadismo explica su convicción de que EEUU debe cooperar más con Rusia, y el año pasado desató múltiples críticas en Washington al sentarse al lado de Putin en una gala en Moscú en honor del canal de televisión RT, financiado por el Kremlin.

Flynn tampoco se ajusta a los esquemas clásicos en lo relativo a Turquía: este mes abogó en un artículo por la extradición del predicador Fethullah Gülen, exiliado en EEUU y al que Ankara acusa de estar detrás del golpe de Estado fallido de julio.

Bien valorado entre los republicanos de línea dura, Flynn fue nominado por Obama en 2012 para dirigir la Agencia de Inteligencia de Defensa (DIA), un cargo que abandonó prematuramente en 2014.

Quienes trabajaron con él en la DIA aseguran que fue despedido por su caótica gestión del organismo, pero el propio Flynn defiende que el problema fue que él se negó a adherirse a la línea oficial de la Casa Blanca de que los jihadistas estaban perdiendo terreno.

Desde entonces, Flynn se convirtió en un ferviente crítico de las políticas de defensa e inteligencia de Obama y, en muchos casos, también de las de George W. Bush, al considerar que los dos últimos presidentes de EEUU han «llevado al país a un desastre tras otro por las razones incorrectas», como dijo en octubre a The New York Times.

La heterodoxia de Flynn llegó a su máximo exponente durante su discurso en la convención republicana, en julio, cuando espoleó entre la multitud los cánticos de «¡Enciérrenla!» («Lock her up!») en relación a la candidata demócrata, Hillary Clinton, por su mala gestión del correo electrónico cuando era secretaria de Estado.

El partidismo de ese discurso, alejado de la neutralidad política que suele exigirse a los militares de carrera, le valió reprimendas de figuras destacadas del Ejército, pero Flynn no se disculpó.

«Cuando alguien me dice: ‘eres un general, así que tienes que callarte’, les respondo: ‘¿Tengo que dejar de ser estadounidense?'», argumentó Flynn en una entrevista con el Washington Post.

Está por ver si Trump compensará el polémico nombramiento de Flynn con otro más moderado para liderar el Departamento de Estado, como sería el caso de Mitt Romney; y en ese caso, cómo se conjugarían los consejos de ambos miembros de su equipo, previsiblemente contradictorios en muchos temas.

Nacido en 1958 en Middletown (Rhode Island), Flynn se graduó en el programa de formación para la Reserva del Ejército en una universidad de ese estado, distinguiéndose desde el principio de su carrera del pedigrí de la academia militar de West Point que comparte buena parte de la elite de defensa e inteligencia de EEUU.

Casado y con dos hijos, Flynn fue uno de los artífices del desmantelamiento de redes insurgentes en Irak y Afganistán entre 2004 y 2007, y actualmente preside la consultora Flynn Intel Group, aunque prometió cortar todos los lazos con esa empresa si se unía al Gobierno de Trump. EFE y Aurora

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