Democratización, religión y petróleo en Medio Oriente

28 septiembre, 2016

Lic. Samuel Leillen

Barack Obama asumió la Presidencia el 20 de enero del 2009, y se lo consideró portador de ideas que anunciaban un cambio completo en la forma en la que el mundo debe ser gobernado y se llegaría a una paz mundial sin precedente.
El 9 de octubre de dicho año le fue concedido el Premio Nobel de la Paz por sus esfuerzos diplomáticos en pro del desarme nuclear, la consecución de un proceso de paz en Oriente Medio y el fomento de la lucha contra el cambio climático.
Durante su mandato, acabó con la guerra de Irak, dejando al país en sangriento caos; incrementó la presencia de tropas norteamericanas en Afganistán, ordenó la intervención militar estadounidense en el conflicto libio. El 8 de agosto de 2014 el presidente Obama anunció por cadena nacional y al mundo la entrada de los EE.UU. en el conflicto contra el Estado Islámico a través de apoyo aéreo; la administración Obama respaldó con armamento y entrenamiento a los rebeldes sirios que continúan en lucha una sangrienta guerra civil que comenzó en 2011.
Somos testigos de la finalización de una época engarzada en un proceso multifacético que nadie esbozó sus métodos, que nadie determinó los límites de su quehacer ni el efecto de sus resultados. En resumen, durante el último decenio, la sorpresa fue el común denominador, los errores fueron sus condimentos.

Tolerancia islámica
Es de destacar el histórico discurso del Presidente Obama, a mediados del 2009, transmitido desde la Universidad de El Cairo Al-Azhar, fuente de orientación islámica desde hace siglos:
“… Las personas de todos los países deberían ser libres de escoger su religión y llevar una vida como lo dicte su mente, corazón y alma. Esta tolerancia es esencial para que la religión prospere, pero está siendo atropellada de muchas maneras diferentes…La riqueza de la diversidad religiosa debe defenderse”.
Desde comienzos del siglo XIX los países islámicos experimentaron un impulso hacia la modernización por efecto del contacto con Europa y amplios sectores estatales intentaron conservar falsos visos de secularización:

1 – el sistema judicial: Turquía e Irán fueron países que fueron absorbiendo, desde principios del siglo XIX, el modelo occidental del régimen jurídico, pasando luego a acentuar la primacía de la Sharía, la ley religiosa. Prefirieron sostener plataformas de carácter religioso para desplazar a los sectores políticos seculares que dominaban a esos países.

2 – el sistema educativo: Durante el siglo XIX, la enseñanza de los textos sagrados fue reemplazada por una profunda preocupación por el desarrollo del conocimiento, pero esta aspiración fue frustrada por la realidad. El acentuar la perspectiva religiosa fue una especie de reconocimiento a las limitaciones tecnológicas y científicas;

3 – las reglas de conducta en el ámbito público: Lenta pero continuadamente, ciertas prescripciones religiosas fueron debilitándose: dejó de ser estricta la separación de las mujeres en eventos públicos; se alivió la obligación del ayuno durante el mes de Ramadán; se suprimieron las limitaciones a la forma de vestir, etc. – pero la concurrencia a las mezquitas fue en aumento, el verbo místico se convirtió en norma, el debate apasionado era el sistema;

4 – la identidad colectiva – Occidente ignoró las identidades étnicas; se refirió someramente a las identificaciones nacionales – egipcios, jordanos, sirios, etc.; generalizando al Islam como factor primordial. El pretender implantar sistemas democráticos resultó un completo fiasco.

Los musulmanes políticamente orientados criticaron el individualismo y el egoísmo de la sociedad europea y proclamaron, con conciencia propia, que el Islam es el mejor sistema pues “adopta un equilibrio entre democracia y dictadura que asegura estabilidad”.
Recordemos que los dirigentes religiosos plantean la “soberanía divina” y no la “soberanía de los hombres”. En las democracias occidentales, la fuente de la soberanía son los seres humanos, los individuos que componen el colectivo social. En los regímenes que fijan a la religión como centro de la inquietud nacional, la soberanía proviene de Dios.
De esta manera, la nacionalidad fue vista como una herejía secular y se transformó en profundo problema de las sociedades del Medio Oriente. Estas diferencias culturales deben ser reconocidas, estudiadas y entendidas y no con metros patrones occidentales.
Resulta llamativo que el éxito de Hamás, movimiento de marcado tinte religioso en la Franja de Gaza, se obtiene precisamente en la sociedad palestina, que es la más secular de la región. Hamás no se opone a la nacionalidad palestina, pero pone al Islam a la cabeza de la identidad. La OLP puso a las aspiraciones nacionales como objetivo central y a la religión como factor circundante. Pareciera que tanto Israel como Occidente no dieron suficiente atención a estas peculiaridades.
La nueva administración americana con el 45° presidente americano a su frente, hereda una región sumamente inestable y confusa, que sigue derramando sangre sin poder atender ninguna de sus heridas.

Petróleo
La historia moderna del Medio Oriente registra tres influencias de trascendental importancia: la descomposición del Imperio Otomano, la sangrienta radicalización del Islam y el descubrimiento del petróleo – suceso de relevancia para el mundo entero.
El petróleo es un producto importante para la vida humana y origen de infinidad de productos derivados. Sin su extracción, no sabríamos fabricar nylon o plásticos, no tendríamos las facilidades de transporte y traslado con las que contamos hoy. Esto es lo que permitió que en Julio del 2008 la humanidad estuviera dispuesta a pagar 150 dólares por barril. (Un barril contiene 159 litros de óleo crudo).
El consumo actual gira alrededor de los 95 millones de barriles diarios y los precios se han reducido a US$ 48 por barril con una oferta excesiva.
Siempre se consideró que el petróleo es «la salvación» del Medio Oriente, pero las cosas no siempre resultaron así. El ejército americano movilizó tropas en cantidades sin precedentes «para salvar a algún país de la región»: en realidad era para asegurar el normal abastecimiento mundial de petróleo.
Existe un pacto no escrito entre Arabia Saudita y los EEUU: «Ustedes nos protegerán, no se entrometerán en nuestra cultura y en la forma de vivir, y nosotros aseguraremos el abastecimiento del petróleo al mundo entero». Hasta el presente, los sauditas cumplieron con este compromiso y los americanos nunca se entrometieron en el quehacer interno: la discriminación de la mujer, el atropello a los derechos humanos, etc. no preocupan a los americanos.
Pero no es solo oferta y demanda. Intereses globales modifican las reglas económicas. Recordemos la crisis de octubre del 1973, originada por OPEP. Antes de la guerra de Yom Kipur los precios giraban entre $ 1 y $ 2.5; al iniciarse los combates los precios se triplicaron. Los países árabes amenazaron ir reduciendo el abastecimiento en 5% mensual hasta que Israel haga retroceder sus tropas. En la práctica, la producción aumentó pues las amenazas incentivaron la demanda, todos tenían obsesión por comprar cuanto más se pudiera.
Tres meses después, en Enero de 1974, el barril llegó a $11, precio que se mantuvo hasta la revolución de 1979 en Irán, y a pesar que paralelamente se habían reducido los gastos de extracción al aplicarse técnicas mas avanzadas, en 1980 el precio del barril llegó a $40.

Política regional e Israel
Metódicamente se suelen reconocer dos tendencias en la política regional:

1) el fundamentalismo, según el cual los árabes se consideran conquistados y dominados por extranjeros por haber descuidado los principios del Islam. Por lo tanto, el retorno a la religión devolvería el honor árabe.

2) El pragmatismo, que entiende que se deben aprender las lecciones de Occidente sin copiarlas: reconocen que hay desocupación «encubierta», hay derroche, crece la corrupción, y el daño resulta acumulativo. El petróleo cubría todos los problemas, por lo tanto había que cuidar los precios, la producción y el abastecimiento.

En el Medio Oriente hay una coalición fundamentalista respaldada económicamente por Irán y hay una coalición pragmática de países que consideran que la existencia de Israel es importante para salvaguardar sus intereses y por lo tanto están interesados en relaciones correctas.
Los países árabes «se resignarán» a aceptar la existencia de Israel mientras vean en ello un respaldo a sus intereses, incluso los petroleros que son la póliza de la estabilidad regional. Esta es una de las razones fundamentales que frecuentemente vuelve a los titulares la «Propuesta Saudita» aprobada por la cumbre de la Liga Árabe realizada en Beirut en marzo del 2002, según la cual 57 países árabes y musulmanes están dispuestos a establecer relaciones diplomáticas completas y relaciones normales con Israel a cambio de un Acuerdo de Paz amplio y la terminación de la ocupación.
¿Cuáles serán las interpretaciones del nuevo presidente americano? ¿Se seguirán desarrollando costosas tecnologías de guerra para preservar una paz mundial nunca lograda? Y citando al Profeta,» ¿Dejarán las tinieblas de cubrir la tierra y la oscuridad a las naciones?» (Isaías, 60,2).

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