¿Cómo salimos de esto?

8 agosto, 2018
Drusos en el ejército. Ceremonia de graduación

Benito Roitman

No. La llamada Ley del Estado Nación del Pueblo Judío no ha sido tocada, siendo como es un escándalo. Permanece vigente. Y ello pese a las acotadas protestas públicas, organizadas por la minoría drusa, la única que hasta el momento ha salido a manifestar públicamente contra la ley. Es que vivimos una realidad confusa, contradictoria y desconcertante. Una reciente encuesta –organizada por Walla- nos dice que el 58% de los encuestados apoya esa ley, tal como ésta ha sido votada, pero esa misma encuesta muestra que 54% de esos encuestados justifica la lucha de los drusos contra esa ley. Es decir, ¿apoyamos la ley, pero al mismo tiempo justificamos a quienes luchan contra ella?

En otra encuesta –en el marco del llamado Indice de Paz, del Instituto de la Democracia de Israel- los resultados no fueron demasiado diferentes: 52% respondió afirmativamente a la pregunta de si consideraba que era oportuno que se hubiera aprobado una ley que estipulaba oficialmente por primera vez que Israel es la nación-estado del pueblo judío y sólo del pueblo judío. Pero en esa misma encuesta, 60% aceptó que esa ley debería contener el principio de igualdad, que no aparece en la misma. Es decir ¿la ley es oportuna y está bien que haya sido aprobada, pero debe ser revisada y corregida?

Con opiniones de esta naturaleza se puede manipular cualquier acontecimiento o toma de decisiones, y maniobrar de manera tal que lo blanco parezca negro, y viceversa. De hecho, eso es lo que está ocurriendo de manera sistemática, y en todos los ámbitos. Pero antes de intentar explicarme, en una irreverente incursión en el campo de la sociología o de la psicología social, cómo y porqué creo que eso es posible, quisiera citar algunos casos en el área de la economía y sus alrededores.

Estamos acostumbrados a oír lo bien que Israel lo está haciendo en el campo económico, y las cifras parecen corroborar esos elogios.  El crecimiento económico es positivo, medido por los cambios en el Producto Interno Bruto, pero sabemos también que en esta economía se han generado niveles de pobreza que nos ubican a la cola de los países de la OECD, así como desigualdades en la distribución del ingreso que también nos sitúan muy por debajo entre ese conjunto de países. Sin embargo, este conocimiento adquiere estado público sólo una vez por año, cuando se publica el Informe del Seguro Nacional (Bituaj Leumí) sobre Pobreza y Brechas en el Ingreso; las sesudas discusiones –y las lamentaciones- que tienen lugar como un ritual ante la aparición de ese Informe se acallan rápidamente…y de vuelta a la normalidad.

Porque los problemas de pobreza y de distribución del ingreso se concentran en las minorías –en este caso en la población árabe israelí y en la población judía ultraortodoxa- y podemos entonces achacar a ellos esos altos niveles negativos que nos avergüenzan. ¡Pero esas dos minorías, juntas, conforman casi un tercio de la población! Nos consolamos entonces con el pensamiento de que, sin ellas, nuestros índices sociales mejorarían espectacularmente…y las ignoramos. Y no se trata de una forma de hablar: su relegación en materia presupuestal, entre otras cosas, es efectivamente una manera de ignorarlas.

Y la ignorancia, o su equivalente en estos casos -el desconocimiento de lo que sucede a nuestro alrededor- es cultivado de manera permanente y muy eficaz. En un reciente artículo publicado en The Marker, Guy Rolnik mostraba los lazos y compromisos que vinculan a los medios de comunicación con los grandes empresarios y las relaciones de éstos con las autoridades, con un resultado en materia de comunicación social muy específico: que los temas que más afectan al desarrollo de la vida cotidiana y que implican muchas veces el bienestar de la población, reciben una cobertura mucho menor –si es que se manejan siquiera- de manera que la población, la sociedad, desconoce en gran medida lo que está sucediendo y cómo está sucediendo. En sus palabras: “La tendencia de la prensa a servir a los centros de poder no se manifiesta sólo en casos en los que los poderosos en el gobierno o en el sector privado se comunican con los directores y editores de los medios y les “piden” o “exigen” quitar, publicar o modificar artículos. La tendencia mayor y más oculta es la agenda de los medios – los temas de los que se ocupan obsesivamente, y los temas que raramente discuten”.

Los ejemplos abundan. En el caso del gas, sabemos que Israel dispone ahora de ese recurso y que está siendo explotado bajo la forma de concesiones. Pero los acuerdos financieros y los tan esperados ingresos fiscales, los contratos a largo plazo existentes, las ventajas y desventajas para el país –y no sólo para los concesionarios- de exportarlo o de utilizarlo y explotarlo internamente, así como el tipo de políticas instituidas para que la disponibilidad de ese recurso conlleve beneficios en materia de disminución del costo de vida, todos esos elementos flotan en una nebulosa y son prácticamente desconocidos para la sociedad. El sistema financiero concentrado en unas pocas instituciones (bancarias y de seguros, principalmente) recoge los ahorros de toda la población. En esa capacidad, y amparado en la libertad de los mercados, está en condiciones de asignar esos recursos a su mejor conveniencia. Pero la libertad de los mercados no es tal, si las barreras impuestas por esas mismas instituciones para la entrada de competidores funcionan de maravillas. Y de eso se menciona poco, y se publica menos. Y ni que hablar de lo que económicamente significa para la sociedad israelí el mantenimiento y la ampliación de los asentamientos en los territorios ocupados, que parece ser el secreto mejor guardado en el país (¿será porque da vergüenza informar sobre el volumen de recursos que podría dedicarse a mejorar el nivel de vida de toda la población, erradicar la pobreza de las “minorías” y nivelar la distribución del ingreso?).

Pero volvamos al intento de explicar (¿entender?) porqué esta sociedad parece ser tan proclive a la manipulación, en particular cuando esa manipulación es inteligente y apunta a los puntos más sensibles del imaginario colectivo. En esto, lo que destaca es el manejo del tema de seguridad y de los riesgos existenciales que nos amenazan, y la sabia utilización de ese tema, que conjuga medias verdades con una memoria colectiva proclive a aceptarlo (amenazas existen, negar la necesidad de medidas de seguridad es insensato, pero jugar con ello para mantener una tensión permanente es delirante). Y al tema de seguridad se agrega el concepto de exclusión y de rechazo, que se exacerba por la continua mención del antisemitismo que prolifera “allá afuera”. En ese caldo de cultivo, no es de extrañar que resulte fácil vender una Ley como la del Estado Nación. Porque nos empuja a construir un gueto (pero un gueto propio), en lugar de una nación soberana, libre e igualitaria.

¿Se puede romper este círculo vicioso? Sí, se puede; para ello no se precisa más (y nada menos) que rescatar lo más valioso de las experiencias que llevaron a construir el Estado, asentadas en una improbable –pero efectiva- mezcla de realismo y utopía social. Ese rescate no puede venir sino de un profundo cambio en la orientación existente de la educación, ésta que hoy por hoy se cierra al mundo y se abre al gueto. Es cierto, no se trata de triunfar en lo inmediato, Pero la historia enseña que es posible arrastrar multitudes tras una idea.

Compartir
Subscribirse
Notificarme de
guest
7 Comentarios
Inline Feedbacks
Ver todos los comentarios