Un mismo tono, los mismos desafíos

Pablo Sklarevich

La recepción en la Sala Oval que el presidente estadounidense, Donald Trump, le brindó al primer ministro, Biniamín Netanyahu, se pareció más a una tertulia solidaria de viejos amigos que a una reunión política. En una exhibición poco frecuente de afecto, posaron para la fotografía oficial de la Casa Blanca las esposas de ambos mandatarios ataviadas, además, con casi idénticos vestidos.
Ambos líderes comparten la sensación de estar siendo perseguidos por una “caza de brujas” por parte del poder institucionalizado, léase los medios de comunicación tradicionales y el aparato judicial.
El yerno de Trump, Jared Kushner ha perdido el acceso a la información de alto secreto del Gobierno, y alejamiento de los asesores más cercanos del presidente aumentan su sensación de aislamiento. Mientras que el acuerdo de un tercer colaborador cercano de Netanyahu con la Fiscalía para convertirse en testigo del Estado hace tambalear al Gobierno jerosolimitano.
La entrevista bilateral le sirve a ambos. Trump certifica sus credenciales ante su numeroso electorado evangelista pro-israelí. Netanyahu puede enrostrarle a su público que sólo el primer ministro, y nadie más que él, posee el mágico acceso al líder del país más poderoso del planeta.
Sin embargo, no debe perderse de vista que la cumbre en Washington se realiza paralelamente y ligada a otras dos reuniones en Oriente Medio.
En Teherán, el ministro de Exteriores de Francia, Jean Yves Le Drian, a instancias del presidente francés Emmanuel Macron, trata infructuosamente de convencer al régimen de los ayatollahs que ponga límites a su programa de misiles balísticos y reduzca la intervención militar iraní en Siria y Yemen.
Al tiempo que en El Cairo, el presidente egipcio, Abdel Fattah al Sisi y el heredero de la corona saudita, el príncipe Mohammed bin Salman al Saud, consolidan una alianza económica y militar sunita que, entre otras cosas, busca contrarrestar la creciente influencia iraní.
La mira de los tres encuentros parece estar puesta en Berlín. Allí se reunirán, el 15 de marzo, los delegados norteamericanos y europeos para discutir los cambios requeridos en el pacto el nuclear firmado en 2015 entre Irán y las potencias nucleares, que Macrón quiere salvar.
El vicepresidente norteamericano, Mike Pence, ya ha advertido que esta es “la última oportunidad” para el Congreso de EE.UU. y las potencias que firmaron el acuerdo de “impulsar controles reales y duraderos a las ambiciones nucleares y balísticas de Irán”, de lo contrario… Estados Unidos se retirará.

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