El arma definitiva de Abbás

27 julio, 2016

Pablo Sklarevich
El presidente de la Autoridad Palestina (AP), Mahmud Abbás, parece sentirse acorralado por los acontecimientos y ha decidido emplear su arma estratégica definitiva. Ahora que el Gabinete británico habría cambiado su composición por líderes pro-israelíes; Abbás no tiene frenos, y pidió ayuda a los delegados de la Liga Árabe reunidos en Mauritania para denunciar la “Declaración Balfour”, promulgada por el secretario de Exteriores del Reino Unido, hace cien años.
En esa misma línea, algunos asesores seguramente le deben estar aconsejando al primer ministro, Biniamín Netanyahu, para que demande al Gobierno de Roma, por el ataque del emperador Tito en Jerusalén.
La posición de Abbás no parece envidiable. Parte de los territorios que se supone que debiera dominar, específicamente la Franja de Gaza, están bajo el control de los islamistas de Hamás, que amenazan seriamente la posición de su movimiento Fatah, si se atreviera a llamar a elecciones generales.
Muchos analistas consideran que de hecho las fuerzas israelíes son el dique que impide que los líderes de la Autoridad Palestina se vean ahogados por la marea islamista que está barriendo la región.
Los palestinos parecen haber perdido el tren. Deberían haber concluido las negociaciones con el entonces primer ministro, Ehud Barak, en Camp David, y en Taba, en 2000. Abbás tendría que haber tomado con las dos manos la propuesta del entonces primer ministro, Ehud Olmert, actualmente preso por corrupción.
El Estado Islámico y la purga islamista en Turquía -tras el fallido golpe de Estado-, le han quitado las anclas a la región, que navega en un mar de turbulencias. Netanyahu no permanece en el poder por su carisma sino porque no es propenso a tomar riesgos. O sea que es el hombre del momento. No es adepto a embarcarse en la aventura de una guerra incierta ni en una paz peligrosa. La doctrina militar de Israel es la “paciencia estratégica”, como la de algunos emperadores romanos en el río Rin frente a las tribus germanas.
Mientras tanto, Abbás observa desencantado cómo los líderes africanos y árabes saltan paulatinamente el malecón y se aproximan cada vez más a Israel.

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