Abbás se ha vuelto irrelevante

Mahmoud Abbas Foto: Kremlin.ru CC BY 4.0

Oded Granot

El presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbás, se ha metido a sí mismo y a su pueblo en una trinchera y ha erigido una muralla a su alrededor para evitar entrar en negociaciones con Israel. Se ha negado a reunirse con el presidente de EE. UU., Donald Trump, tampoco ha permitido que los representantes palestinos se reúnan con los delegados enviados por Trump.

Días atrás, Abbas se negó a enviar delegados a una reunión importante en Washington dedicada totalmente al deterioro de la situación económica en la Franja de Gaza, una reunión a la que asistieron representantes de diecinueve países, incluyendo a Israel y países árabes que no mantienen vínculos formales con Israel.

Ostensiblemente, todo esto se debe a que Estados Unidos ha reconocido a Jerusalén como la capital de Israel y Trump ha ordenado que la embajada estadounidense se traslade allí. En consecuencia, afirma Abbas, Estados Unidos se ha descalificado a sí mismo para ocupar el puesto de mediador, su desempeño anterior.

Uno podría pensar con todo esto que si Trump no hubiera reconocido a Jerusalén, los palestinos hubieran ido corriendo a la mesa de negociaciones y se hubiesen sentado en serio para resolver el conflicto israelí-palestino de una vez por todas, y que estaban listos, dispuestos y capacitados para hacer concesiones y acordar un compromiso.

La triste realidad es que Abbas huye de cualquier negociación que lo obligue realmente a hacer compromisos. Él y su predecesor, Yasser Arafat, huyeron de la cumbre de Camp David en el año 2000 en la que el entonces primer ministro Ehud Barak ofreció un reconocimiento compartido de la santidad del Monte del Templo, tanto para el judaísmo como para el Islam. Huyó hace una década cuando el entonces primer ministro Ehud Olmert ofreció dividir Jerusalén a cambio de que los palestinos renunciaran al «derecho» de retorno. En los últimos años, se ha negado categóricamente a entablar negociaciones hasta que el primer ministro, Biniamín Netanyahu, retire su demanda de que los palestinos reconozcan a Israel como estado-nación judío.

Hasta el momento, se aferra a la declaración de Trump como una excusa para seguir huyendo de las conversaciones con Israel; a pesar de que Washington ha dejado en claro que su reconocimiento no tiene nada que ver con el destino del Oriente Medio. En lugar de negociar, Abbas busca ayuda en el extranjero para lograr una nueva resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que favorezca el establecimiento de un estado palestino independiente y tratar de alcanzar la condición de miembro pleno en otras organizaciones internacionales con la esperanza de que las potencias internacionales intervengan más para forzar un acuerdo sobre Israel.

Uno no puede escapar a la conclusión de que Abbas, a los 83 años y con su salud deteriorada, se muestra menos entusiasta que nunca a participar en un proceso que terminaría con tener que tomar una decisión histórica complicada y difícil. Es aún más difícil para él comprometerse con esto porque su reputación entre la población palestina está a la miseria y Hamas lo acusa incesantemente de colaborar con Israel.

Pareciera que preferiría dejar el proceso de paz, y los dolores de cabeza que lo acompañan, a su sucesor. De esta manera, su nombre quedará escrito en la historia como alguien que no se cedió ni un milímetro de «Palestina».

Sin embargo, esto no significa que Israel deba dejar de preocuparse por el futuro o dejar de tratar de hablar con los países árabes moderados que también están preocupados por el destino de Gaza. Tampoco significa que Israel deba dejar de intercambiar ideas para esbozar lo que es deseable o posible para Judea y Samaria.

Fuente: israelhayom.com

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