Abbas enfrenta alternativas poco atractivas para el proceso de paz

Mahmud Abbas Foto: Kremlin.ru CC BY 4.0

David Makovsky

El 14 de enero, el presidente de la Autoridad Palestina (AP), Mahmud Abbas, pronunció un discurso en el Consejo Central de la OLP que incluyó referencias muy objetables hacia Estados Unidos e Israel, señalando un cese temporal en el involucramiento directo de los palestinos con Washington hacia un acuerdo de paz. Los detalles de su discurso serán recogidos por los analistas en los próximos días, y si bien se puede o no retrotraer algunos de ellos en las entrevistas con los medios, las preguntas más amplias sobre la perspectiva de la AP sobre la diplomacia persistirán.

En particular, uno podría preguntarse si sus comentarios marcan el final del interés palestino en una solución de dos estados y un giro hacia opciones radicales. Sin embargo, dado el historial de Abbas y las observaciones personales del autor durante una visita a Ramallah poco después del discurso, este no parece ser el caso hasta el momento.

Malas alternativas
La vida profesional de Abbas ha sido dedicada al enfoque de dos estados, incluso si uno puede preguntarse legítimamente por qué no acordó con soluciones de compromiso claves durante la iniciativa de paz de Olmert en 2008, o por qué no respondió a las súplicas de Washington en marzo de 2014. Aunque tales preguntas ponen a Abbas en una situación problemática, él sabe claramente que las alternativas al modelo de dos estados -el islamismo, la lucha armada o una «solución» de un solo Estado- son callejones sin salida.

Primero, Abbas odia a los islamistas, en gran medida porque trataron de matarlo después del golpe de Hamás, en 2007, en Gaza. Las recientes conversaciones de reconciliación palestina han fracasado precisamente en el mismo tema que impulsa gran parte de la aguda oposición de Israel a Hamas, es decir, la negativa del grupo a abandonar sus armas. Abbas aún puede avanzar a lo largo de la ruta de la reconciliación ante la insistencia de Egipto; de hecho, se espera que una delegación de Fatah visite pronto Gaza para discutir el asunto. Sin embargo, quedan grandes obstáculos para cualquier acuerdo final entre las dos facciones. En las circunstancias actuales, Abbas considera que la reanudación de la responsabilidad de la AP sobre Gaza es más una trampa que una oportunidad. También se opone a la solicitud de Hamas de ingresar a la OLP a menos que el grupo tome el improbable paso de entregar sus armas. En resumen, Abbas no quiere entregar las llaves del movimiento nacional palestino a Hamas.

En cuanto a la lucha armada, ni siquiera las amenazas de muerte domésticas han sido suficientes para hacerle rescindir su opinión pública de que la militarización de la Intifada 2000-2004 fue un error. Siempre ha creído que los palestinos no pueden derrotar a Israel por la fuerza dada su capacidad superior de seguridad, y sabe que la violencia hizo añicos el campo de paz israelí durante la segunda intifada. Aunque muchos lo critican por referirse a los muertos en los ataques contra Israel como «mártires»; ni un solo oficial de seguridad israelí cree que Abbas fomenta operacionalmente la violencia.

La tercera opción es aún menos realista: Abbas tiene demasiada experiencia como para pensar que los israelíes se suicidarían renunciando al sionismo en favor de la creación de un único Estado binacional israelí-palestino. Puede ser útil retóricamente amenazar que los palestinos podrían buscar tal opción; pero sus asesores confirman que él sabe que no es realista.

La renuncia no parece estar sobre la mesa tampoco en este momento. Dadas las amenazas previamente abortadas de Abbas de dimitir; los palestinos y los israelíes no lo ven tomando esta ruta en el corto plazo, a pesar de que cumple ochenta y tres en marzo y ha visto una encuesta tras otra mostrando que el público quiere que renuncie. La razón detrás de su negativa a renunciar no está clara. ¿Es porque tiene un sentido de responsabilidad nacional, o es adicto al poder? Ambas posibilidades podrían estar en juego.

En cuanto a las sugerencias de que Abbas podría recurrir ahora a los países árabes para resolver el problema israelí-palestino, esto parece más teórico que real en la actualidad. Se sabe que está profundamente decepcionado con esos países porque evitan brindarle un apoyo profundo en favor de salvaguardar sus propios intereses. Su discurso incluyó incluso una rara crítica pública contra los líderes árabes cuando insinuó, pero no nombró explícitamente, al ministro de relaciones exteriores emiratí, Abdullah bin Zayed. Las fuentes dicen que Zayed fue quien se quejó en una reciente reunión de la Liga Árabe de que las manifestaciones palestinas en Jerusalén no eran lo suficientemente grandes. Según Abbas, eso empujó al ministro de Exteriores de la Autoridad Palestina, Riyad al Maliki, a replicar que protestar es difícil cuando los países árabes prohíben las manifestaciones pro-palestinas contra la Administración Trump.

Próximos pasos
Teniendo en cuenta este desfile de malas opciones o poco realistas, es probable que Abbas haga lo que dijo en su discurso: reiterar su compromiso con la solución de dos estados. Es revelador que el Consejo Central de la OLP le dio a Abbas, y al comité ejecutivo que preside, arbitrio total sobre cómo proceder con los aspectos operacionales de la política palestina, lo que le permite mantener las cartas en sus manos. Los gobiernos árabes expresaron que esa era su preferencia antes de la reunión de la OLP. En cualquier caso, Abbas ha ignorado con impunidad las recomendaciones del consejo en el pasado, por lo que cualquier retórica de la OLP que rechace el modelo de dos estados no es necesariamente un indicador confiable de cómo procederá.

Entonces, ¿cómo puede avanzar Abbas con el enfoque de dos estados en un momento en que no está dispuesto a reunirse con funcionarios estadounidenses, tradicionalmente los principales mediadores del proceso de paz de dos estados? Para empezar, probablemente abrace la idea de internacionalizar el proceso diplomático para evitar la violencia. El 22 de enero, sostendrá una reunión programada previamente con los ministros de Exteriores europeos en Bruselas. El impulso original para la reunión era darles a los palestinos la paridad con Israel, tras la aparición en diciembre del primer ministro, Biniamín Netanyahu, en el Consejo Europeo. Sin embargo, el momento del viaje de Abbas no parece completamente fortuito: tendrá lugar el mismo día en que el vicepresidente Mike Pence visite Israel y dándole a Abbas una excusa para evitar reunirse con él.

En cuanto al contenido de la reunión de Bruselas, se puede suponer con seguridad que los europeos aprovecharán la ocasión para subrayar su compromiso con una solución de dos estados. Si instan a Estados Unidos a hacer lo mismo, será interesante; hasta ahora, los funcionarios de la Administración Trump han adoptado el enfoque más limitado al decir que aceptará dos estados si Israel y los palestinos lo quieren. Otra cuestión es si los funcionarios de Bruselas solicitarán fondos adicionales para la Agencia de las Naciones Unidas para los refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA). El 16 de enero, Estados Unidos anunció que cederá solo la mitad de su ayuda normal a la agencia, pero los funcionarios europeos pueden concluir que se trata de una estratagema clásica estadounidense, es decir, que parece haber un recorte cuando en realidad solo está demorando el lanzamiento de los fondos restantes durante unos meses.

Finalmente, Noruega será la sede de la reunión de emergencia del Comité de Enlace Especial a fines de este mes para analizar las disposiciones humanitarias para Gaza. También hay más posibilidades de sesiones de la Asamblea General de la ONU sobre el tema palestino, especialmente dado que Abbas sabe que cualquier resolución nueva no tendrá ningún impacto operacional dado el poder de veto de EE. UU. en el Consejo de Seguridad, convirtiéndolas en una forma relativamente segura de darle lustre a sus credenciales desafiantes.

Conclusión
Incluso antes del discurso de Abbas, los funcionarios israelíes y palestinos tenían muy pocas expectativas sobre un avance del proceso de paz liderado por Trump, a pesar de los incansables esfuerzos del asesor de la Casa Blanca, Jason Greenblatt, hacia ese objetivo. El contenido del plan de paz de Trump no se ha visto, pero ambas partes asumieron generalmente que no se acercarían a los parámetros emitidos por la Administración Obama, y ​​que por lo tanto serían rechazados por los palestinos. Al parecer, ambas partes se han estado preparando para jugar el juego de la culpa durante algún tiempo, y el discurso de Abbas dejó en claro su opinión de que el plan de EE. UU. se quedaría corto. Por ejemplo, se quejó de que los funcionarios de EE. UU. le estaban ofreciendo Abu Dis -una aldea palestina en las afueras del municipio de Jerusalén- como la capital de un estado palestino. (La ironía de esta queja es rica, ya que un plan asociado a Abbas de 1995-1996, instaba a eso mismo; aunque desde entonces se ha distanciado de esa iniciativa).

En otras palabras, Washington está obligado a interpretar su discurso como un ataque preventivo, con Abbas estableciendo los contornos del discurso a corto plazo al describir a Estados Unidos como un mediador deshonesto. Sin embargo, esta postura puede ser adecuada para la AP y la Administración Trump por ahora. Los funcionarios de EE. UU. estarán satisfechos mientras exista la AP y continúe la cooperación de seguridad israelí-palestina. La pregunta es si los líderes de la Autoridad Palestina piensan simplemente esperar hasta la próximas elecciones israelíes (es decir, a más tardar en el otoño de 2019) y encontrar un medio para mantener sus instituciones en el ínterin.

En ese sentido, el enfoque posterior al discurso de Abbas puede proporcionar una sensación de movimiento pero poco movimiento real. Por ahora, su postura es lo suficientemente fuerte como para bloquear otras opciones poco atractivas, a las que, para su crédito, se opone. En última instancia, sin embargo, parece poco probable que lo lleve a la tierra prometida política.

Fuente: The Washington Institute

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