La democracia israelí se convierte en etnocracia judía

11 enero, 2017
Grafitti: Muerte a los árabes. Foto: Wikipedia

Amenazas de muerte al personal judicial y militar
Daniel Kupervaser
Al título de democracia no se llega solo por medio de elecciones cada cuatro años. Se necesita mucho más. Declaraciones bombásticas como las que plantean que Israel es la única democracia en Medio Oriente pueden llegar a convertirse en una afirmación hueca de contenido si la realidad demuestra que importantes ángulos de la vida institucional sufren serias trasgresiones.
El rebobinado de dos acontecimientos que se sucedieron durante los últimos años puede ofrecer un marco muy adecuado para enfrentar el verdadero proceso que está viviendo la sociedad israelí en manos de su liderazgo actual.
En el primero, un terrorista que viaja en ómnibus desenfunda sorpresivamente un arma de fuego con el cual dispara a mansalva sobre los pasajeros matando a cuatro e hiriendo a otros nueve. Público circunstancialmente cercano al sitio del acontecimiento trepa al vehículo y se abalanza sobre el disparador. Desenlace: el terrorista muere en la escaramuza.
El terrorista fue sepultado y, por casualidad, la vivienda de su familia permaneció en pie. Con un rápido accionar, la policía y los servicios secretos identificaron y culparon judicialmente a quienes lincharon al terrorista. Tras un prolongado juicio, 6 participantes del acto fueron penados a prisión por periodos de hasta 2 años. Ante la falta de pruebas convincentes de causar la muerte del terrorista, los acusados fueron condenados solamente por intento de homicidio y ataque a policías.
En el segundo acontecimiento, dos terroristas armados con armas blancas atacaron a dos guardias apostados en un control de carretera. La rápida acción de uno de ellos logró neutralizar el ataque con el resultado de un terrorista muerto y el otro gravemente herido, tendido en el camino. Transcurridos unos 10 minutos se hizo presente una patrulla militar de la cual un soldado, por iniciativa propia, remató al herido con un tiro a la cabeza. El soldado fue llevado a juicio y finalmente, frente a una clara filmación de los acontecimientos, culpado y sentenciado por homicidio. Se espera la decisión de la pena.
Hasta aquí dos acontecimientos con muchas similitudes. Ataques terroristas en los que la actitud independiente de uno o algunos de quienes circunstancialmente se encuentran en el sitio los lleva a hacer justicia por propias manos. En ambos casos, los juicios a los inculpados finalizaron con Netanyahu como Primer Ministro de Israel. Hasta aquí las coincidencias. Veamos las disparidades.
En el primero, Eden Natan Zada, soldado judío israelí, abrió fuego sobre inocentes pasajeros árabes en un ómnibus en la ciudad árabe Shfar’am, en el norte de Israel, en agosto de 2005. Todas las víctimas mortales y heridos fueron árabes ciudadanos de Israel. También los 6 inculpados por el linchar a Natan Zada fueron jóvenes árabes israelíes. Durante su juicio, un fiscal en representación del Ministerio de Justicia Israelí se negó a tildar a Natan Zada como terrorista “para no ensuciar la imagen del difunto y asignarle un apodo humillante”[1].
En el segundo, el soldado israelí Elor Azaria disparó a mansalva y sin autorización de sus superiores sobre la cabeza del terrorista palestino que previamente había sido herido, neutralizado y yacía inmóvil en la calle. Un tribunal militar dictaminó por unanimidad la culpabilidad de Azaria por homicidio y se espera la decisión sobre su pena para las próximas semanas.
Fuera de comparar la actuación de las instancias judiciales en ambos sucesos, es mucho más importante confrontar las réplicas y conductas de sectores significativos de la sociedad, los estratos políticos, y por sobre todo, la actitud de Netanyahu, Primer Ministro en funciones en momentos que se difundieron las sentencias y penas.
El dictamen del juzgado por el linchamiento de Natan Zada originó reducidas manifestaciones de apoyo de público árabe israelí a los sentenciados, sobre todo, por insistencia en su inocencia argumentando persecución política. El resto de la sociedad, partidos, personalidades políticas, inclusive el propio Netanyahu, asumieron un voto de silencio.
Por el contrario, la irritación ante la severa sentencia de Natan Zada actuó como detonante que liberó instintos aberrantes y antidemocráticos que cada día se enraízan más y más en partes importantes del componente judío de la sociedad israelí. Hordas de desaforados extremistas judíos se manifestaron violentamente frente al tribunal con cánticos que tendrían que estremecer hasta las bases de cualquier sociedad normal. Para gran parte de judíos israelíes este fenómeno ya se ha convertido en un molesto aunque admisible folklore popular.
La sociedad israelí continúa su vida normal después de escuchar pasivamente horrorosas amenazas de muerte a Gadi Aizenkot, Jefe del Estado Mayor del Ejército.  “Gadi, ten cuidado, Rabin busca compañía” gritaba la turba y todo sigue su curso corriente. No solo eso. Las redes sociales se cargaron de miles de insultos, improperios y amenazas a los jueces y fiscales que intervinieron con el único resultado de un solo detenido, eso sí, custodia extrema a los jueces que sus vidas corren peligro. ¡Qué diferencia con el accionar de las fuerzas del orden cuando el sospechoso no es judío!
Esta libertad de acción del tropel de desaforados extremistas no es casual y su motor la hace crecer permanentemente. Este peligro existencial de Israel y el pueblo judío nace por la inspiración de insinuaciones del más alto nivel gubernamental. Nada distinto se puede pensar desde el momento que ante el tremendo palazo que le asestaron estos manifestantes judíos a las bases democráticas del país, ministros y el propio Netanyahu se preocupan rápida, única y exclusivamente de encontrar el camino más apropiado y breve para indultar al homicida[2].
Lamentablemente, los valores humanos y democráticos que universalmente deben ser las bases de la conducta institucional de un país, en Israel deben pasar por la zaranda de la excepcionalidad judía. Todo depende, a fin de cuentas, de la pertenencia étnica del terrorista y del homicida.
La mayoritaria conducta de indulgencia y tolerancia ante estos acontecimientos que le toca vivir a la sociedad israelí son un claro ejemplo del arraigado proceso de redefinición ética y política que la dirigencia actual está imponiendo a Israel y al pueblo judío. Cada día se hace más difícil la convivencia del judaísmo con principios democráticos universales. La única democracia de Medio Oriente se está convirtiendo, apresuradamente, en etnocracia judía.

http://daniel.kupervaser.com/

[1] “Fiscal se niega a tildar como terrorista a Eden Natan Zada”, Haaretz, 2-8-13.
[2] “Netanyahu: Yo apoyo indultar a Azaria”, Ynet, 4-1-17

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